Andres
Oppenheimer acaba de publicar un libro “¡Crear o Morir!” para responder a una
pregunta fundamental: ¿qué es lo que hace que Steve Jobs haya triunfado en
Estados Unidos al igual que Bill Gates, fundador de Microsoft, Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook y tantos otros, y miles de talentos de otras partes del
mundo no puedan hacerlo en sus países?
La primera
respuesta de Oppenhaimer es que el Estado ahoga la cultura creativa. En otros
países Jobs no hubiera podido hacer nada por culpa de la exagerada regulación
estatal. Sin embargo, el autor se refiere a un reciente estudio del Banco
Mundial para darnos una buena nueva a los mexicanos: mientras en Argentina
hacen falta 14 trámites para abrir una empresa – así sea un pequeño restaurante
– en Brasil 13 y en Venezuela 17, en México, al igual en otros países
industrializados como Estados Unidos, sólo hacen falta seis simples trámites.
Según
Oppenheimer, México ha reducido sus trabas burocráticas lo suficiente como para
producir emprendedores globales de la talla de Jobs. Sin embargo, el autor peca
de iluso. Tristemente, la burocracia en
nuestro país es muy diferente a la que supone Oppenheimer y sus tentáculos de
papel nos estrangulan día a día hasta hacernos desistir de nuestra intención de
montar cualquier negocio, por pequeño que sea.
¿Un
ejemplo? Intente abrir un restaurantito en la ciudad de Monterrey, Nuevo León.
Para empezar deberá pagar ante un notario el acta constitutiva de su sociedad
anónima, además de darla de alta en el Registro Público de la Propiedad y en el
Sistema de Administración Tributaria. Enseguida, deberá tramitar el uso de
suelo comercial. A ese procedimiento añada el uso de edificación, el cual
amerita cubrir mediante 20 requisitos documentados entre los cuales está la
carta de no adeudo, el pago de derechos, el permiso tanto del área de Ecología como de la Secretaría de Salud.
Tendrá que
esperar el dictamen previo de la Protección Civil Municipal, además de elaborar
el Plan de Contingencia para que sea aprobado por la dependencia
correspondiente. Luego le corresponderá gestionar el permiso de venta de
alcohol, someterlo a Cabildo, ser ratificado por la Comisión de Alcoholes, la
Secretaría del Ayuntamiento y luego por el Gobierno del Estado. Tendrá que
tramitar el visto bueno de la Secretaría Estatal de Salud, pagar otro trámite
ante la Secretaría de Fianzas estatal e inscribir su empresa o comercio ante el
IMSS, dar de alta en la delegación del Seguro su nómina de empleados y esperar
que le caiga PROFECO si cometió alguna irregularidad durante el proceso de
venta.
¿Conclusión?
La mayoría de los potenciales Steve Jobs de México terminarán como burócratas
en alguna dependencia del Gobierno estatal o como dependientes de un OXXO, o
escribiendo artículos de prensa para criticar la exagerada regulación estatal.
Ahora bien, también puede dedicarse a dar clases de fisiculturismo tántrico.
Usted sabrá.
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