18 septiembre 2014

HISTORIA DE UN POBRE NIÑO INGLÉS

Mi amigo Mario Guerrero me dio un regalo que agradezco de todo corazón. Junto con el presente encontré una nota que, por curiosidad cultural, me atrevo a transcribir: “Estimado Eloy, me sentí atraído a la obra de Charles Dickens gracias a ti y obviamente leí la novela Oliver Twist. Me gustó el personaje y por eso te compré la gorra denominada poor boy, que es la misma que usó John Lennon para ser solidario con la clase trabajadora británica”.
Mario tiene razón y el suyo es un gesto que agradezco y que pudiera definir como “erudición en acción”. Acierta cuando dice que el poor boy es un símbolo obrero británico. Nació a finales del siglo XVIII como prenda derivada del invento de un tejedor de Lancashire, tan imaginativo como desventurado, que se llamó James Hargreaves. Cierto día, este tejedor tuvo la prodigiosa idea de construir un artefacto activado por un pedal que conectaba varios husos al mismo tiempo, mediante un juego de poleas y correas. La bautizó como hiladora. Lo que podían hacer 16 tejedores en un día, la hiladora lo hacía en una hora. El poor boy fue una de las primeras prendas masivas gracias a esta máquina textil. Antes, los gorros solían tejerse con lana. Desde entonces se maquilaron con algodón, materia prima más barata para producir ropa al mayoreo.
A James Hargreaves le salió cara su hiladora. Sus colegas del gremio textil de Lancashire se le echaron encima por inventar ese “negro molino satánico” (como lo apodó el poeta William Blake) y tuvo que huir pobre y desprestigiado a Nottingham. Acabó su vida en la tragedia, como si fuera uno de los personajes de Charles Dickens.
Años más tarde, ya en su etapa como celebridad mundial, Dickens solía deambular por los barrios bajos de Londres. Volvía como hijo pródigo a visitar las moradas de la clase obrera, despojos humanos de la Revolución Industrial, comenzando por los niños trabajadores, todos con un poor boy en la cabeza, como lo usó el propio Dickens cuando era menor de edad. Conocedor de primera mano de la clase trabajadora, Dickens intuyó que la industria cambiaría el rostro de las ciudades modernas a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Ahí había una colmena de historias personales por contar.
La producción en serie de poor boys y demás prendas hechas de algodón, pasó a mediados del siglo XIX de Lancashire a Manchester por un motivo simple: en Manchester las autoridades eliminaron tanta burocracia (típica de ciudades como Liverpool) y autorizaron la construcción masiva de fábricas y edificios de ladrillo para albergar trabajadores. Por eso se convirtió en el mayor centro textil del mundo (hasta bien entrado el siglo XX a Manchester se le conoció como Algodonópolis).
Otros países como Francia y EUA copiaron el modelo de negocios de Manchester que acabó por sucumbir ante sus competidores. Resulta curioso ver en las películas mudas de Charles Chaplin los barrios obreros ingleses con sus edificios de ladrillo en ruinas y los trabajadores tragados literalmente por los Tiempos Modernos (1936). Símbolo del declive del Imperio, Chaplin sustituyó el poor boy de Oliver Twist por el bombín, el bastón y el saco decadente. Pero no olvidó vestir al niño huérfano de ocho años de su película The Kid (1921) con un poor boy talla XXL, que dobla y arruga con sus manitas cada vez que comete una de sus travesuras.
En los años 50 del siglo pasado, Manchester era una zona industrial abandonada, en condiciones similares a Liverpool donde John Lennon comenzó a forjar la historia moderna de la música. Su solidaridad con la clase obrera la remarcó con el uso ocasional del poor boy y componiendo canciones comprometidas socialmente como “Working Class Hero”: “keep you doped whit religión and sex and TV, and you think you´re so clever and classless and free, but you´re still fuking peasant as far as I can see”.
Luego, esta estética de la decadencia abrió paso a las fiestas “raves” de los años 80. Las fabricas vacías eran asaltadas por incipientes estrellas del rock y sus fans, muchos de ellos con las respectivas cabezas cubiertas con poor boy emulando a la clase obrera. Entre los escombros de esos edificios de ladrillo comenzaron a tocar bandas de post-punk tan míticas como Joy Division. Las letras de las canciones que compuso su líder, Ian Kevin Curtis, reflejan la depresión laboral y el vacío existencial de la clase obrera (que para entonces estaba casi fusionada con la clase media). El suicidio de Ian Kevin Curtis, colgado en la cocina de su casa, fue el remate de la lenta decadencia de Manchester.
Pero la degeneración social es contagiosa. En Escocia, un grupo de yonquis de los 90, cuyas aventuras son narradas en primera persona por el personaje Mark Renton, en la película Trainspotting (1996) pasan del underground y la heroína a elegir el tedioso empleo, la familia, el colesterol bajo y las hipotecas a tasa fija. En el camino, Mark Renton se ha quitado su poor boy para usar una discreta cabellera con división por un lado. Fue el precio de sumarse a la mediocridad que homogeniza a los viejos rebeldes de la droga y el sexo y que ahora claman por su independencia como país.

Contemplo la poor boy que me dio Mario Guerrero y evoco la historia británica, en un arco que va de Charles Dickens a Chaplin, Lennon, Joy Division y los personajes de Trainspotting. Sorprende que tantas décadas y personajes reales e imaginarios quepan en el interior de una pequeña gorra de algodón regalada por un amigo en un gesto que no dejo de agradecer.

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