A Carlos
Fuentes le gustaba repetir una falacia histórica: los mexicanos heredamos de
padres a hijos el trauma de haber cedido casi la mitad del territorio nacional
a nuestros vecinos del Norte. Esta pérdida o mutilación ocurrida en 1848, marcó
una línea divisoria ofensiva e hiriente, lo que Fuentes denominó “frontera de
cristal”, leitmotiv de varias novelas
y narraciones suyas. Lo cuestionable de su hipótesis es que el supuesto agravio
queda tan distante en la historia patria (pasó hace más de 166 años) que la
mayoría de los jóvenes mexicanos lo ignora, o francamente les resulta
indiferente.
No es el
caso de buena parte de la narrativa del Premio Nobel de Literatura, Patrick
Modiano, ambientada en los años, todavía recientes, de la Segunda Guerra
Mundial y en especial durante la Ocupación nazi de París, entre 1940 y 1944.
Allá sí, generación tras generación, los franceses han sufrido el trauma
camuflado de la culpa, aún entre quienes no alcanzaron a vivir ese pasaje
histórico como Modiano, que nació en 1945. Según Fuentes, el trauma de la
mutilación territorial nos avivó a los
mexicanos un rencor en contra de EUA, “una herida que no cierra”, sentenciaba
el escritor, tan afecto a los arquetipos, los paradigmas y los cartabones
psicológicos.
Para los
franceses, en cambio, la culpa del colaboracionismo, el Régimen de Vichy y su
sometimiento al agresor alemán (la resistencia apenas la integraban unos
cuantos proscriptos) sigue punzando como herida abierta. Una memoria que hiere
y hiede. Ese es el leitmotiv de
muchas novelas de Modiano: el recuerdo que se intenta borrar y al mismo tiempo,
se quiere grabar en el imaginario colectivo. Un tatuaje indeseable.
Pero
corrijo: no es la memoria sino los sedimentos del recuerdo lo que atosiga a los
personajes de Modiano. Aquella frase de Jean-Paul Sartre, “nunca fuimos tan
libres como bajo la ocupación alemana”, (tan tergiversada por sus críticos), no
fue un conjuro sino un maleficio: su sarcasmo abonó muy poco a la estabilidad
emocional de los hijos y nietos de los “collabos” (así bautizó la opinión
pública a los franceses que apoyaron al invasor).
El trauma
de la culpa no es una idea abstracta. Se fundamenta en hechos y datos probados:
muchos “collabos” cayeron sinceramente seducidos por Hitler. Durante los cuatro
años de ocupación, nacieron más de 200 mil niños, como consecuencia de las
relaciones sexuales entre militares nazis y mujeres francesas. Los cabarets y
los clubes nocturnos rebozaban de galos y alemanes, brindando amistosamente. Se
ha documentado al detalle la euforia del libido durante la Ocupación. El propio
Sartre estrenó por esas épocas un par de obras teatrales en escenarios
públicos, nada clandestinos. La Resistencia – pocos y diseminados en su primera
etapa – se refugiaba en las catacumbas.
La gran
ilusión de la ocupación nazi se desvaneció sólo con el avance de la Resistencia
y los bombardeos de los aliados, en 1944. El hechizo de fraternizar con el
enemigo se rompió con la Liberación y el Desembarco de Normandía (el célebre
“Día D”). Entonces sí la masa vitoreó a De Gaulle a su paso triunfal por
Champs-Élysées.
Luego se
desató la búsqueda de chivos expiatorios: los “collabos” más evidentes fueron
ejecutados. A las mujeres que se acostaron con militares nazis les afeitaron el
cráneo a la vista de todos: una humillación severa. De Gaulle se convirtió en
el héroe por antonomasia, símbolo del lavado de la culpas no asimiladas que se
pretendieron meter bajo la alfombra.
Fue el
despertar generalizado de una pesadilla donde el monstruo era el propio
durmiente. Donde la bestia era uno mismo. Donde la víctima era al mismo tiempo
el verdugo, el pícaro, el traficante, el falsificador y la prostituta. Esa es
la memoria que, como fantasma del pasado inmediato, ronda en la mayoría de las
historias de Modiano, comenzando por “El lugar de la estrella”, escrita a los
veinte años de edad, hasta culminar con una obra maestra publicada en 1997:
“Dora Bruder”.
Dice
Modiano: “No es la Ocupación histórica la que describo (…), es la luz incierta
de mis orígenes. Ese ambiente donde todo se derrumba y vacila”. Ya se ve que de
la Ocupación, los franceses pasaron a la Oculpación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario