13 octubre 2014

LAS REVELACIONES DE PATRICK MODIANO (II)

A Carlos Fuentes le gustaba repetir una falacia histórica: los mexicanos heredamos de padres a hijos el trauma de haber cedido casi la mitad del territorio nacional a nuestros vecinos del Norte. Esta pérdida o mutilación ocurrida en 1848, marcó una línea divisoria ofensiva e hiriente, lo que Fuentes denominó “frontera de cristal”, leitmotiv de varias novelas y narraciones suyas. Lo cuestionable de su hipótesis es que el supuesto agravio queda tan distante en la historia patria (pasó hace más de 166 años) que la mayoría de los jóvenes mexicanos lo ignora, o francamente les resulta indiferente.

No es el caso de buena parte de la narrativa del Premio Nobel de Literatura, Patrick Modiano, ambientada en los años, todavía recientes, de la Segunda Guerra Mundial y en especial durante la Ocupación nazi de París, entre 1940 y 1944. Allá sí, generación tras generación, los franceses han sufrido el trauma camuflado de la culpa, aún entre quienes no alcanzaron a vivir ese pasaje histórico como Modiano, que nació en 1945. Según Fuentes, el trauma de la mutilación territorial nos avivó a los mexicanos un rencor en contra de EUA, “una herida que no cierra”, sentenciaba el escritor, tan afecto a los arquetipos, los paradigmas y los cartabones psicológicos.

Para los franceses, en cambio, la culpa del colaboracionismo, el Régimen de Vichy y su sometimiento al agresor alemán (la resistencia apenas la integraban unos cuantos proscriptos) sigue punzando como herida abierta. Una memoria que hiere y hiede. Ese es el leitmotiv de muchas novelas de Modiano: el recuerdo que se intenta borrar y al mismo tiempo, se quiere grabar en el imaginario colectivo. Un tatuaje indeseable.

Pero corrijo: no es la memoria sino los sedimentos del recuerdo lo que atosiga a los personajes de Modiano. Aquella frase de Jean-Paul Sartre, “nunca fuimos tan libres como bajo la ocupación alemana”, (tan tergiversada por sus críticos), no fue un conjuro sino un maleficio: su sarcasmo abonó muy poco a la estabilidad emocional de los hijos y nietos de los “collabos” (así bautizó la opinión pública a los franceses que apoyaron al invasor).

El trauma de la culpa no es una idea abstracta. Se fundamenta en hechos y datos probados: muchos “collabos” cayeron sinceramente seducidos por Hitler. Durante los cuatro años de ocupación, nacieron más de 200 mil niños, como consecuencia de las relaciones sexuales entre militares nazis y mujeres francesas. Los cabarets y los clubes nocturnos rebozaban de galos y alemanes, brindando amistosamente. Se ha documentado al detalle la euforia del libido durante la Ocupación. El propio Sartre estrenó por esas épocas un par de obras teatrales en escenarios públicos, nada clandestinos. La Resistencia – pocos y diseminados en su primera etapa – se refugiaba en las catacumbas.

La gran ilusión de la ocupación nazi se desvaneció sólo con el avance de la Resistencia y los bombardeos de los aliados, en 1944. El hechizo de fraternizar con el enemigo se rompió con la Liberación y el Desembarco de Normandía (el célebre “Día D”). Entonces sí la masa vitoreó a De Gaulle a su paso triunfal por Champs-Élysées.

Luego se desató la búsqueda de chivos expiatorios: los “collabos” más evidentes fueron ejecutados. A las mujeres que se acostaron con militares nazis les afeitaron el cráneo a la vista de todos: una humillación severa. De Gaulle se convirtió en el héroe por antonomasia, símbolo del lavado de la culpas no asimiladas que se pretendieron meter bajo la alfombra.  

Fue el despertar generalizado de una pesadilla donde el monstruo era el propio durmiente. Donde la bestia era uno mismo. Donde la víctima era al mismo tiempo el verdugo, el pícaro, el traficante, el falsificador y la prostituta. Esa es la memoria que, como fantasma del pasado inmediato, ronda en la mayoría de las historias de Modiano, comenzando por “El lugar de la estrella”, escrita a los veinte años de edad, hasta culminar con una obra maestra publicada en 1997: “Dora Bruder”.


Dice Modiano: “No es la Ocupación histórica la que describo (…), es la luz incierta de mis orígenes. Ese ambiente donde todo se derrumba y vacila”. Ya se ve que de la Ocupación, los franceses pasaron a la Oculpación.

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