Cierto
padre de familia pensó una tarde que a sus dos hijos les vendría bien unas
vacaciones. Sin consultarlo con nadie, decidió programar un viaje en carro a
Abilene, aunque no le agradaba la idea de conducir tantas horas. Su esposa lo
secundó con alegría desbordante (no quiso externar su opinión de que el camino
sería largo y pesado para no contradecir a su esposo). Sus dos hijos aceptaron
la oferta aunque en el fondo preferían quedarse en casa, para convivir con sus
amigos. Los suegros del padre de familia no rechazaron la invitación, pero les
mortificaba permanecer inmóviles dentro de un carro.
Al día
siguiente los seis miembros de la familia partieron a Abilene con una sonrisa
seca, tatuada en el rostro. Ni el padre, ni la esposa, ni los dos hijos, ni los
suegros, se atrevieron a confesar la verdad: no querían emprender el viaje.
Ninguno estaba de acuerdo en la decisión. ¿Por qué callaron entonces? ¿Por qué
nadie dijo que prefería quedarse en casa?
A estos
enunciados se les conoce como “Paradoja de Abilene”. La mayoría de los
ciudadanos estamos dispuestos a seguirle la corriente al resto, aunque no
estemos de acuerdo con la opinión general. Y es que casi todos los seres
humanos nos programamos para modificar nuestro punto de vista si no concuerda
con el grupo o la comunidad a la que pertenecemos.
La multitud, física o virtualmente, suele quedar atrapada
en opiniones generales que no compartirían a título individual; como colectivo
toleramos excesos de nuestras autoridades públicas, aceptamos su corrupción y
su prepotencia, les adulamos con nuestro voto,
ajenas a toda crítica. Manifestamos una falsa conformidad y una
disolución de los juicios analíticos simples. Caemos así en ese fenómeno
psicosocial denominado por la ciencia cognitiva como “Paradoja de Abilene”.
En las sociedades moralmente enfermas, las multitudes mal
gobernadas toleran creencias absurdas como pensar que un servidor público es un
ente superior a los demás, porque cree que la gente lo cree y lo siente de esa
manera. La “Paradoja de Abilene” es a todas luces de un engaño colectivo.
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