27 octubre 2014

LA HERMOSA VIDA DE MAYSOON ZAYID


Haré una confesión personal: tengo un pequeño bar a donde acuden cada noche a cenar y bailar gentes de diversa procedencia. Por ahí se han asomado primeras actrices y periodistas, novelistas y poetas, políticos y artistas plásticos. Pero el pasado sábado apareció la mujer más encantadora que ha pisado ese bar, decidida a dar algunos pasos de salsa, al ritmo de la orquesta. Se llama Maysoon Zayid, es de origen palestino, comediante, escritora, compañera de reparto de Adam Sandler en un par de películas y amiga personal de Muhammed Alí. Por cierto, Maysoon Zayid tiene parálisis cerebral.

Mi generación admiró en la adolescencia a rockeros famosos, estrellas de cine y personajes de comic. Pero para mí, por encima de cualquier superhéroe, no existía nadie más fuerte que Muhammed Alí. Lo seguí en todas sus peleas, le celebré cada una de sus bravuconadas y me entristecí cuando la enfermedad de Parkinson le minó su salud que hasta entonces parecía de hierro. Sólo con saber que Zayid ha convivido a fondo con mi ídolo me hubiera gustado conocerla.

Pero Maysoon es alguien con más méritos que su relación con el más grande boxeador de todos los tiempos. El médico que la trajo al mundo estaba borracho y le provocó sin querer una asfixia al momento de nacer. Fue un accidente que la marcó de por vida. Aunque sólo hasta cierto punto. Bromeando, Maysoon dice que su parálisis cerebral es apenas uno de los 99 problemas que la aquejan: “por ejemplo, soy palestina, soy musulmana, soy mujer y vivo en New Jersey”.

Cuando era niña, sus padres no solían hacer distingos entre Maysoon y sus tres hermanos mayores a la hora de asear su casa, ir a la escuela o ser regañada cuando no ganaba el primer lugar de su clase. Su padre la enseñó a caminar a los cinco años, posando los talones de la niña en sus pies y con un método que según ella resultó infalible: “colgaba un dólar frente de mí para que lo persiguiera, con lo que me afloraba la vocación de stripper que llevo dentro”. Lugo, como no podía pagar la terapia de su hija, la matriculó en clases de danza. Quizá fueron esos mismos pasos los que desplegó el pasado sábado en el bar, al rito de “Un montón de estrellas” y “Qué manera de quererte”.

No fue fácil para Maysoon cumplir su sueño de ser actriz, por más que aspiraba a participar en los escenarios. Hasta que decidió probarse en una obra teatral sobre una chica con parálisis cerebral. Cuenta que ha sido la única vez que gritó jubilosa: “¡tengo parálisis cerebral!”. Y es que se trataba de un papel para el que literalmente había nacido. Sin embargo, se lo dieron a otra actriz sana, con el pretexto de que Maysoon no podría hacer las escenas de riesgo. Ella respondió furiosa: “Si yo no puedo hacer las escenas de riesgo, tampoco puede el personaje”. ¿Conclusión? “Hollywood tiene una sórdida historia de audicionar actores sin discapacidad para papeles de discapacitados”. Así que decidió hacerse comediante.

Se volvió célebre en los escenarios de Broadway y del Cercano Oriente. Es colaboradora semanal del exitoso programa de noticias de Keith Olbermann en MSNBC. Como resultado de su presencia en TV, ha sido blanco de bullying en las redes sociales donde la han acribillado con preguntas tan sutiles como “¿eres retrasada mental?”, “¿tiemblas de nervios?” “¿te gusta ser una payasa terrorista?” y la que para ella es su favorita: “¿por qué no pones en tu currículum que eres guionista, comediante y paralítica?”. Ella se toma todo esto con humor, a grado tal que hace diez años, fundó en Nueva York el Festival de la Comedia Anglo-Árabe. Dice que convencer a los norteamericanos de que no todos los palestinos son terroristas ha sido mucho más difícil para ella que luchar contra el estigma de la discapacidad. Por eso fundó una organización benéfica para ayudar a los niños refugiados de Palestina, que ha recibido donativos de lo más diversos países.   

Maysoon Zayid se quedó celebrando en el bar  hasta después de la media noche. El cantante de la orquesta, Abel Castillo le rimó unos pregones cantados que literalmente la hicieron llorar de alegría. Por varias horas festejó el milagro de la vida con rumba, guaracha y merengue. Y eso que de niña un médico le había diagnosticado que nunca podría caminar. Ahora lo hace con tacones altos, la frente alta y la alegría todavía más alta. Su despedida del bar fue más entrona que cualquiera de las bravuconadas del más grande boxeador de todos los tiempos, Muhammed Alí: “Si yo puedo, ustedes también pueden. ¿Por qué no?”  

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