El crimen perpetrado en contra de los 43 normalistas en
Iguala, provocó ya la renuncia del gobernador de Guerrero Ángel Aguirre y ha
descobijado a los tres ordenes de gobierno y a las autoridades públicas,
corruptas y coludidas con el narcotráfico. También ha levantado una
insurrección doméstica, recogida inusitadamente por los medios internacionales.
Lo interesante del caso, uno de los más trágicos de la
historia reciente de México, es que salen sobrando los protagonismos de ciertos
activistas sociales, caudillos providenciales y líderes de opinión.
La gente que se ha manifestado por todos los medios de comunicación
en México ratifica un principio elemental: cien, mil, miles, son mejor que uno. En otras palabras,
la multitud abriga más sabiduría que el más sabio de sus integrantes.
La diferencia entre las recientes protestas sociales y
las anteriores registradas en México consiste en que en las actuales no hay primus
inter pares: no hay primeros entre iguales. La indignación social no se ha
aglutinado en torno a un líder carismático y de verbo flamígero (el único que
lo intentó, Cuauhtémoc Cárdenas, fue correteado en el centro de la ciudad de
México por los manifestantes) sino gracias a la adhocracia.
Adhocracia quiere
decir ausencia de jerarquía y el término lo popularizó Alvin Toffler en su best
seller “El shock del futuro”. Suele usarse para definir a las
organizaciones flexibles, descentralizadas y antiburocráticas, donde sus seguidores
cuentan con el mismo nivel de autoridad en la toma de decisiones y predomina la
colaboración simple. Implantada en la esfera del activismo político, la adhocracia crea estructuras temporales,
no complejas, para resolver un problema social concreto. Luego se diluye en uno
o más cuerpos organizativos diferentes para la consecución de otros fines.
La ausencia de cabezas visibles o protagonismos definidos
en el movimiento social para exigir el regreso de los 43 estudiantes de Iguala
es una prueba de que es alentado y comunicado masivamente sin una cabeza
visible. Es decir, es adhocrático. Tal parece que así será el estilo
actual de insurrección social.
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