La niña del video, tierna como pétalo
de rosa, delicada como el rocío, ojos vivos de amanecer, toma su ukelele con
sus manos de nácar, abre sus labios coquetos de rubí y canta “Eh, putos, pinches
holandeses, chinguen a su madre” entre otras delicadezas del mismo tenor. Su
video de Youtube se ha vuelto viral con sus rimas contra el fingidor Arjen
Robben y el “árbitro de mierda”.
Claro está, todo es una broma, no hay
ofensa ni agravio verbal, “solo es una canción para divertirse y sacar el
coraje” nos advierte la pequeña compositora. ¿Pero serán las cosas así de
simples? En su advertencia candorosa, resuena la justificación de todos los
culpables de bullying: “sólo lo hicimos para divertirnos y sacar nuestro
coraje”.
Desde luego, nunca pasará por nuestra
cabeza la posibilidad de que esta niña compositora pueda repetir sus coplas
altisonantes a algún compañerito de pupitre más indefenso que ella, ni se
atreva a decirle “putos” a los niños más débiles que ella que no comulguen con
su simpático temperamento, o a mentarle la madre graciosamente a una jugadora
rival en algún equipo de futbol infantil donde participe.
Lo cierto es que de nada nos servirán
tantas campañas en México contra el bullying si no modificamos primeramente
nuestra idiosincracia. Hijos víctimas del bullying escuchan a sus padres
dirigirse a jugadores extranjeros como “putos” mientras ven un partido de
futbol por televisión. Y la defensa paternal es como un eco del video de la
niña del ukelele: “sólo lo hago para divertirme y sacar mi coraje”.
¿Y la nueva connotación de “puto”?
“No es discriminación ni homofobia, sólo lo hacemos para divertirnos”. Sin
embargo, ¿cuando la víctima es indiferente o inmune al hostigamiento que le
propinemos deja de ser bullying? ¿Si no alcanzamos a lastimar bien a bien la
autoestima de la víctima ya no es bullying? ¿Si es una “madreada” donde todos
participamos festivamente, ya no es bullying?
No es para tanto, se me responderá.
Sin embargo, esta exacerbación masiva no ocurre en otras sociedades, que “se
divierten y sacan su coraje” de otras maneras más civilizadas. ¿No es acaso el
albur una modalidad velada de bullying? ¿No son los apodos, tan usuales en
México, una de las formas más denigrantes del bullying? ¿Deja de ser bullying
cuando la víctima "se merece" la burla ofensiva? ¿Hay niños o adultos
que merecen ser blanco de bullying por alguna razón en especial?¿Deja de ser
bullying porque en vez de proferirlo un niño lo hace un periódico? ¿Deja de ser
bullying porque lo externa una persona mayor?
Lo inaceptable es mantener una
cultura popular que pasa por mera broma el sobajar a una persona hasta el
escarnio, que destruye “con chacota y por pura botana” la reputación del otro
más débil que uno. ¿Es simplemente parte de nuestras tradiciones? ¿Tan “sui
generis” somos como pueblo los mexicanos? No todos los elementos de una cultura
popular se toman por igual; sí en cambio deben asumirse todos los valores que
nos vuelvan más civilizados.
De otra manera, por más campañas
contra el acoso que promovamos en México, por más fotos con cara de indignación
que pongamos junto al cartelito de “El bullying no es un juego”, seguiremos
eternamente hundidos en el fango del hostigamiento, seguiremos como hipócritas que
tiran la piedra y esconden la mano.
Por lo tanto, lo que se merece esta tierna
niña compositora, del ukelele en mano, es que sus padres le den una buena
regañada, la dejen sin cenar o, en el peor de los castigos, la pongan en ayuno
de Internet por un par de semanas. Para que aprenda a respetar y cerrar esa
boquita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario