07 junio 2013

ENTRE EL ESPIONAJE DE OBAMA Y LOS PREMIOS DE CANDY CRUSH


Dos revelaciones recientes y graves sobre redes sociales reflejan la descomposición de un gran segmento del mundo digital. Por un lado, se descubre que la administración de Barack Obama (un liberal si los había), se ha entrometido en los servidores de Microsoft, Google, Yahoo!, Apple, Skype y Facebook para espiar a los usuarios de Internet, en un flagrante atentado a la privacidad de sus ciudadanos. El programa secreto se llama PRISM y recolecta sin consentimiento de los usuarios el contenido de mails, archivos enviados, conversaciones de chats, fotos, vídeos y tarjetas de crédito. Dada su confidencialidad, nunca conoceremos los alcances de PRISM que surgió con el pretexto de la lucha antiterrorista. Y a esto habrá que añadir el control de los registros de llamadas ordenado por la Administración a la compañía telefónica Verizon, que fue de inmediato criticada por los organismos de derechos humanos y el espionaje telefónico de la agencia de noticias Associated Press. 

La otra revelación parece una frivolidad, pero delata el prioritario uso de aplicaciones ociosas en las redes sociales. Juegos como el popular Candy Crush (que ya alcanzó la cifra de 45 millones de jugadores adictos) y Framville 2 (con poco más de 40 millones) representan la mitad de las sesiones abiertas en Facebook (lo mismo en iPhone, en cuyo appstore es la cuarta aplicación con el modelo free-to-play mas descargado en esta red de contenidos; que en Android, en cuyo marketplace es el tercer lugar de descargas totales); dos tercios de los participantes sociales acceden a jugar más de media hora por sesión y el 40 por ciento lo hace varias veces al día. 

Se entiende: Candy Crush Saga es un puzzle, flash en línea de la compañía King tan altamente adictivo como baladí. Su tablero lleno de dulces que debes destruir al juntar tres o más piezas del mismo color u origen llega al grado de agotar la tarjeta de crédito de los participantes activos que compran "vida" o movimientos extras para seguir jugando o para adquirir boosters,aditamentos para facilitar la experiencia lúdica del usuario.  

Muchos usuarios de redes sociales se petrifican día con día en la llamada gamificación o son delatados ante su indiferencia por los espías cibernéticos del gobierno estadounidense. Ambas condiciones son un triste destino para lo que pudo perfilarse en la web hace apenas unos años: de la utopía a la distopía; del ideal platónico a la realidad orwelliana, Y lo peor es que ambas revelaciones han recibido justificaciones kafkianas por parte de los responsables.

Por un lado, la administración Obama asegura cínicamente que los datos espiados de los servidores de las empresas de Internet es absolutamente legal y que no amenaza la privacidad de sus ciudadanos. "No se puede tener un 100% de seguridad y un 100% de privacidad. Hay que hacer concesiones y estas pequeñas concesiones nos ayudan a prevenir ataques terroristas", respondió Obama (El País 7/Jun/2013), para luego afirmar que sus asesores lo convencieron de que era un instrumento útil para la seguridad de su país, aunque cuando llegó a la Presidencia en 2009 era escéptico a estas medidas. Además, se ha operado por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y el FBI con el consentimiento tácito o expreso de las empresas de Silicon Valley. Es decir, la posibilidad de una conspiración en contra de la privacidad de las personas se diluye porque participan múltiples culpables. ¿Se acaba el delito cuando se vuelve masivo?

Por supuesto, con un deslinde oportuno y oportunista, Microsoft, Apple y Facebook han rechazado ser “colaboracionistas” del espionaje oficial, negando haber abierto sus servidores secretos al gobierno de Obama. ¿Ahora se explica porqué la campaña electoral en redes sociales del entonces candidato Obama fue exitosa en su reelección y construyó un Big Data de dimensiones colosales que muchos admiramos ingenuamente en aquel momento?

Barack Obama es la peor decepción en la protección de las libertades civiles no solo de EUA (el país de Lincoln y de Martin Luther King) sino del mundo. El programa PRISM será su Piedra de Sísifo en su trunco ascenso a la historia: restringió la libertad en favor de la seguridad y con seguridad abusa del poder que se le confirió. Y lo hizo con el consentimiento del Congreso, alegando la típica defensa de la seguridad nacional. ¿No es ese el argumento más socorrido por los regímenes despóticos (como el que ventiló hace días el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan), cuando se meten a espiar en Twitter y Facebook a su pueblo? El comunicado oficial de Obama es una joya de la desvergüenza: “(PRISM) ha servido para proteger a nuestra nación de una amplia variedad de amenazas”.

La otra revelación reciente es tan desmoralizante como las trampas legaloides de Obama: el empobrecimiento neurológico de los jugadores en redes sociales que vuelven virtud sus conductas digitales carentes de contenidos, banales y decididas a estancarse en la diversión y la juerga. Lo datos apuntan a que el grupo mayoritario de participantes de esta infantiloide pérdida de tiempo es el formado por mujeres entre los 30 y 35 años (algo mayor en el caso de Farmville y de Bejewelled).

Y todas estas nimiedades se registran con el consentimiento y aprobación de ciertas esferas académicas que estudian con una supuesta profundidad sociológica los efectos del social gaming: keep it simple (hazlo simple) y keep it fun (hazlo fácil). A ello habrá que añadir “hazlo recompensante” (por los premios que te dan en Farmville) y “hazlo para ser espiado” (por la ayuda que se brinda al gobierno de Obama para que espíe a sus anchas a sus ciudadanos y al resto de los usuarios globales de la web). Lo cierto es que entre el espionaje mal justificado de Obama y los premios de Candy Crush, prefiero buscar formas más placenteras para gastar el resto de mis días en este mundo. ¿Usted no?    

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