Dos
revelaciones recientes y graves sobre redes sociales reflejan la descomposición
de un gran segmento del mundo digital. Por un lado, se descubre que la
administración de Barack Obama (un liberal si los había), se ha entrometido en los servidores de Microsoft, Google, Yahoo!, Apple, Skype y Facebook
para espiar a los usuarios de Internet, en un flagrante atentado a la
privacidad de sus ciudadanos. El programa secreto se llama PRISM y recolecta sin
consentimiento de los usuarios el contenido de mails, archivos enviados, conversaciones de chats, fotos, vídeos y tarjetas de crédito. Dada su confidencialidad, nunca conoceremos los alcances de PRISM que surgió con el pretexto de la lucha antiterrorista. Y a esto habrá que añadir el control de los registros de llamadas ordenado por la Administración a la compañía telefónica Verizon, que fue de inmediato criticada por los organismos de derechos humanos y el espionaje telefónico de la agencia de noticias Associated Press.
La otra
revelación parece una frivolidad, pero delata el prioritario uso de
aplicaciones ociosas en las redes sociales. Juegos como el popular Candy Crush (que ya alcanzó la cifra de 45 millones de jugadores adictos) y Framville 2 (con poco más de 40 millones) representan la mitad de las sesiones abiertas en Facebook (lo mismo
en iPhone, en cuyo appstore es la cuarta aplicación con el modelo free-to-play mas descargado en esta red de contenidos; que en Android, en cuyo marketplace es el tercer lugar de descargas totales); dos tercios de los participantes sociales acceden a
jugar más de media hora por sesión y el 40 por ciento lo hace varias veces al
día.
Se entiende: Candy Crush Saga es un puzzle, flash en línea de la compañía King tan altamente adictivo como baladí. Su tablero lleno de dulces que debes destruir al juntar tres o más piezas del mismo color u origen llega al grado de agotar la tarjeta de crédito de los participantes activos que compran "vida" o movimientos extras para seguir jugando o para adquirir boosters,aditamentos para facilitar la experiencia lúdica del usuario.
Se entiende: Candy Crush Saga es un puzzle, flash en línea de la compañía King tan altamente adictivo como baladí. Su tablero lleno de dulces que debes destruir al juntar tres o más piezas del mismo color u origen llega al grado de agotar la tarjeta de crédito de los participantes activos que compran "vida" o movimientos extras para seguir jugando o para adquirir boosters,aditamentos para facilitar la experiencia lúdica del usuario.
Muchos usuarios de redes sociales se petrifican día con día en
la llamada gamificación o son delatados ante su indiferencia por los espías cibernéticos
del gobierno estadounidense. Ambas condiciones son un triste destino para lo
que pudo perfilarse en la web hace apenas unos años: de la utopía a la distopía; del ideal platónico a la realidad orwelliana, Y lo peor es que ambas revelaciones han recibido justificaciones kafkianas por
parte de los responsables.
Por un
lado, la administración Obama asegura cínicamente que los datos espiados de los
servidores de las empresas de Internet es absolutamente legal y que no amenaza
la privacidad de sus ciudadanos. "No se puede tener un 100% de seguridad y un 100% de privacidad. Hay que hacer concesiones y estas pequeñas concesiones nos ayudan a prevenir ataques terroristas", respondió Obama (El País 7/Jun/2013), para luego afirmar que sus asesores lo convencieron de que era un instrumento útil para la seguridad de su país, aunque cuando llegó a la Presidencia en 2009 era escéptico a estas medidas. Además, se ha operado por parte de la Agencia
de Seguridad Nacional (NSA) y el FBI con el consentimiento tácito o expreso de
las empresas de Silicon Valley. Es decir, la posibilidad de una conspiración en
contra de la privacidad de las personas se diluye porque participan múltiples
culpables. ¿Se acaba el delito cuando se vuelve masivo?
Por
supuesto, con un deslinde oportuno y oportunista, Microsoft, Apple y Facebook han
rechazado ser “colaboracionistas” del espionaje oficial, negando haber abierto
sus servidores secretos al gobierno de Obama. ¿Ahora se explica porqué la
campaña electoral en redes sociales del entonces candidato Obama fue exitosa en
su reelección y construyó un Big Data de dimensiones colosales que muchos
admiramos ingenuamente en aquel momento?
Barack
Obama es la peor decepción en la protección de las libertades civiles no solo
de EUA (el país de Lincoln y de Martin Luther King) sino del mundo. El programa
PRISM será su Piedra de Sísifo en su trunco ascenso a la historia: restringió la libertad en favor de la seguridad y con seguridad abusa del poder que se le confirió. Y lo hizo
con el consentimiento del Congreso, alegando la típica defensa de la seguridad
nacional. ¿No es ese el argumento más socorrido por los regímenes despóticos (como
el que ventiló hace días el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan), cuando
se meten a espiar en Twitter y Facebook a su pueblo? El comunicado oficial de
Obama es una joya de la desvergüenza: “(PRISM) ha servido para proteger a
nuestra nación de una amplia variedad de amenazas”.
La otra
revelación reciente es tan desmoralizante como las trampas legaloides de Obama:
el empobrecimiento neurológico de los jugadores en redes sociales que vuelven
virtud sus conductas digitales carentes de contenidos, banales y decididas a
estancarse en la diversión y la juerga. Lo datos apuntan a que el grupo
mayoritario de participantes de esta infantiloide pérdida de tiempo es el
formado por mujeres entre los 30 y 35 años (algo mayor en el caso de Farmville
y de Bejewelled).
Y todas
estas nimiedades se registran con el consentimiento y aprobación de ciertas
esferas académicas que estudian con una supuesta profundidad sociológica los
efectos del social gaming: keep it
simple (hazlo simple) y keep it fun (hazlo fácil). A ello habrá que añadir
“hazlo recompensante” (por los premios que te dan en Farmville) y “hazlo para
ser espiado” (por la ayuda que se brinda al gobierno de Obama para que espíe a
sus anchas a sus ciudadanos y al resto de los usuarios globales de la web). Lo
cierto es que entre el espionaje mal justificado de Obama y los premios de
Candy Crush, prefiero buscar formas más placenteras para gastar el resto de mis
días en este mundo. ¿Usted no?
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