Ayer estuvo en Monterrey uno de los Premios Nobel de
Economía más merecidos en la historia de ese galardón sueco: el profesor
norteamericano Oliver Williamson, un hombre bajito, blanco y menudo y autor de
la teoría de los costos de transacción, columna vertebral de la Nueva Economía
Institucional.
La conferencia que sustentó en Cintermex, durante el Foro
Internacional de Negocios fue árida como una clase de doctorado y es que a los
hombres de ciencia como Williamson se les premia con el Nobel no por sus dotes
oratorias o su don persuasivo, sino por sus logros destacados y por su
revolucionaria obra teórica. Y la de Williamson es una de las más influyentes,
además de compleja y difícil de sintetizar.
Me llama la atención que Williamson evitara abundar sobre un
comentario que le hice a propósito de su obra, en relación al uso de Internet y
en especial de la web social como recurso que compensa algunos de los costos de
transacción, eje de su obra. Antes de tocar el tema, explicaré sucintamente la teoría que ha
inmortalizado al profesor emérito de la Universidad de California en Berkeley.
La toma de decisiones económicas es un proceso lleno de
complejidad e incertidumbre. Al momento de comprar y vender suele existir una
cosa llamada “asimetría de la información” en los precios. ¿Qué significa esto?
Lo que es común en cualquier mercado: los precios no transmiten bien toda la
información en este intercambio de bienes y servicios. ¿Por qué?
Por una cuestión que cualquier persona comprenderá: los
seres humanos tenemos una “racionalidad limitada”, es decir, fijamos un límite
para recibir, almacenar y procesar información en nuestro cerebro. Si a eso le
aunamos nuestra proclividad a ser calculadoramente oportunistas (buscamos nuestro
propio interés personal para obtener ventajas en cualquier transacción), la
“asimetría de la información” estará perfectamente cocinada. A todos estos
problemas que impiden operar eficientemente a las transacciones comerciales y
que por lo tanto magnifican todos los costos, se les conoce como “fallas del
mercado”.
Una alternativa para corregir las “fallas del mercado” y
minimizar algunos de sus costos de transacción la hallamos en la “jerarquía
organizacional”. O sea, en las empresas y organizaciones. Ahí se puede vigilar
mejor cualquier comportamiento “oportunista” de las partes y los costos de información
para las transacciones “internas” se reducen considerablemente. Dado que las
partes son interdependientes en las empresa, sus empleados deciden
jerárquicamente respetar las reglas del juego y el intercambio ya no tiene
lugar en el mercado, sino en la integración vertical. De esta manera,
Williamson echó por tierra la antigua idea de que las empresas son simples
máquinas de producción de beneficios.
Pero Williamson no se ciega ante las supuestas bondades de
la jerarquía organizacional. Al pan, pan y al vino, vino. Existen ventajas y
limitantes tanto en el mercado como en la integración vertical. Ambos son modos
alternativos que se deben elegir (a veces uno, a veces otro) para cada
transacción en concreto.
Es fácil identificar los dos mecanismos básicos en las
transacciones comerciales: los mercados y las jerarquías. ¿Y por qué no añadir
a su corpus de investigación (como se lo sugerí directamente al profesor Williamson)
otro mecanismo más que sería el “mega-conglomerado” (el término es de Oscar
Garza) en que se ha convertido ahora Internet? Los factores de “racionalidad
limitada” y el oportunismo, típicas “fallas del mercado”, pueden subsanarse no
solo “internalizando” las transacciones en la jerarquía organizacional, sino
trasladando las relaciones comerciales al e-commerce, donde podemos hallar
clusters de cada giro comercial o empresarial a nuestro gusto y conveniencia, y
bajo un intercambio de información más simétrica.
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