Formo parte
de una Sociedad Anónima y hace algunas semanas dimos un giro a nuestro modelo
de negocio. Abrimos una nueva extensión de servicios con el propósito de
otorgarle autonomía y vida aparte. La pensamos como una startup, de manera que
para estructurar su gestación y gestión desde cero nos basamos en dos métodos poco
conocidos aún en México pero muy útiles para cualquier emprendedor: el Canvas Model, descrito por esos magos de la
innovación llamados Alexander Osterwalder e Yves Pigneur, en su libro “Business
Model Generation” y el “Lean Startup”, de Eric Ries.
Coinciden
ambos métodos en un principio de administración bien utilizado desde hace
varias décadas por la empresa automotriz Toyota: “no se pude estar seguro de
comprender de verdad cualquier problema de negocio a menos que vayas y lo veas
por ti mismo de primera mano. Es inaceptable dar algo por descontado o apoyarse
en los informes de otros”.
Este
principio que revolucionó los enfoques de gestión de muchas organizaciones en
México (menos las del gobierno), tiene su nombre en japonés: “genchi genbutsu”. Genchi quiere decir “ubicación real” y
genbutsu “materiales o productos reales”. A la mexicana esto se traduce como:
“al ojo del amo engorda el caballo”. Ahora bien, conocer de primera mano los
problemas del negocio ya no consiste en estos tiempos simplemente en recorrer
los departamentos y talleres, sino en visitar a los clientes para detectar en
forma directa su grado de satisfacción.
El caso es
que a muchos clientes no se les encuentra nada más en sus casas y lugares de
trabajo, sino ahora también en las redes sociales que pueblan Internet. Para
eso, quienes practiquen el “genchi genbutsu” de manera integral, tienen al
alcance de la mano herramientas digitales como la analítica web, ideal para
enterarse sin mediaciones de los gustos, hábitos, tendencias y costumbres de
los clientes potenciales o consumidores de nuestros servicios o productos.
No se
requiere ser programador o informático para recopilar y luego analizar este impresionante
universo de datos que antes nadie podía siquiera imaginar. Se trata de
enfocarse en las personas y en la parte que nos interesa de la trayectoria de
sus vidas. Incluso tales estudios adquirieron en fechas recientes la configuración
de un nuevo tipo de disciplina llamada “Ciencia de Datos” (según Stephen
Wolfram de Wolfram Alpha).
La “Ciencia
de Datos” explica por ejemplo, que la media de amigos que se tiene por usuario
de Facebook en México es de 342 (aclaro que hay un corte en 5 mil porque ese es
el número máximo de amigos para una página personal en esa red social). El
número de amigos varía de acuerdo a la edad del usuario. En los más jóvenes,
las amistades son en promedio de la misma edad; en los adultos, en cambio, las
amistades abren un abanico amplio de edades.
Las
conversaciones de usuarios en Facebook giran en los jóvenes de 15
a 25 años en torno a videojuegos, y en los
adultos de 45 a 60 en torno a política, salud y dinero. Los hombres hablan con mayor frecuencia de fútbol y carnes asadas y las
mujeres de mascotas, familia y estados de ánimo personal. Este tipo de
información se apoya en cuestiones demográficas y socioeconómicas de valor para
cualquier empresa, no es un secreto que tiene objetivos eminentemente comerciales
y opera en la más transparente licitud.
El problema
es que muchos académicos rechazan que la “Ciencia de Datos” pueda ser utilizada
libremente por empresas o “startups”. Instan a las compañías que están detrás
de las redes sociales como Facebook a que no liberen sus bases de datos de
hábitos y tendencias de la población, a menos que sea para beneficio de la
investigación académica. Una respetable pedagoga catalana ha llegado al extremo
de escribir que los datos no deben orientarse
a la segmentación de mercados, ni a manejos publicitarios (como proponemos
muchos) sino a “asegurar la libertad y el sentido crítico del ciudadano del
siglo XXI”. ¿Y eso cómo funciona en la práctica, estimada Dolors Reig?
Coartar las
posibilidades comerciales de la “Ciencia de Datos” no significa nada más
limitar el “genchi genbutsu” de los líderes empresariales; reduce también la
capacidad de éxito de cualquier proyecto emprendedor que busca adaptarse a los
modernos y turbulentos entornos digitales. Y lo que más piden los inversionistas
en un país emergente como México, o en
uno de Primer Mundo (pero en franca recesión) como España, son herramientas
tecnológicas para amortiguar los altos riesgos que representa invertir en un
nuevo modelo de negocio, cosa nada fácil ni simple.
No hay comentarios:
Publicar un comentario