16 mayo 2013

LA "CIENCIA DE DATOS" EXPLICADA A LOS NIÑOS


Formo parte de una Sociedad Anónima y hace algunas semanas dimos un giro a nuestro modelo de negocio. Abrimos una nueva extensión de servicios con el propósito de otorgarle autonomía y vida aparte. La pensamos como una startup, de manera que para estructurar su gestación y gestión desde cero nos basamos en dos métodos poco conocidos aún en México pero muy útiles para cualquier emprendedor: el  Canvas Model, descrito por esos magos de la innovación llamados Alexander Osterwalder e Yves Pigneur, en su libro “Business Model Generation” y el “Lean Startup”, de Eric Ries.

Coinciden ambos métodos en un principio de administración bien utilizado desde hace varias décadas por la empresa automotriz Toyota: “no se pude estar seguro de comprender de verdad cualquier problema de negocio a menos que vayas y lo veas por ti mismo de primera mano. Es inaceptable dar algo por descontado o apoyarse en los informes de otros”.

Este principio que revolucionó los enfoques de gestión de muchas organizaciones en México (menos las del gobierno), tiene su nombre en japonés: “genchi genbutsu”.  Genchi quiere decir “ubicación real” y genbutsu “materiales o productos reales”. A la mexicana esto se traduce como: “al ojo del amo engorda el caballo”. Ahora bien, conocer de primera mano los problemas del negocio ya no consiste en estos tiempos simplemente en recorrer los departamentos y talleres, sino en visitar a los clientes para detectar en forma directa su grado de satisfacción.

El caso es que a muchos clientes no se les encuentra nada más en sus casas y lugares de trabajo, sino ahora también en las redes sociales que pueblan Internet. Para eso, quienes practiquen el “genchi genbutsu” de manera integral, tienen al alcance de la mano herramientas digitales como la analítica web, ideal para enterarse sin mediaciones de los gustos, hábitos, tendencias y costumbres de los clientes potenciales o consumidores de nuestros servicios o productos.

No se requiere ser programador o informático para recopilar y luego analizar este impresionante universo de datos que antes nadie podía siquiera imaginar. Se trata de enfocarse en las personas y en la parte que nos interesa de la trayectoria de sus vidas. Incluso tales estudios adquirieron en fechas recientes la configuración de un nuevo tipo de disciplina llamada “Ciencia de Datos” (según Stephen Wolfram de Wolfram Alpha).

La “Ciencia de Datos” explica por ejemplo, que la media de amigos que se tiene por usuario de Facebook en México es de 342 (aclaro que hay un corte en 5 mil porque ese es el número máximo de amigos para una página personal en esa red social). El número de amigos varía de acuerdo a la edad del usuario. En los más jóvenes, las amistades son en promedio de la misma edad; en los adultos, en cambio, las amistades abren un abanico amplio de edades.

Las conversaciones de usuarios en Facebook giran en los jóvenes de 15 a 25 años en torno a videojuegos, y en los  adultos de 45 a 60 en torno a política, salud y dinero. Los hombres hablan con mayor frecuencia de fútbol y carnes asadas y las mujeres de mascotas, familia y estados de ánimo personal. Este tipo de información se apoya en cuestiones demográficas y socioeconómicas de valor para cualquier empresa, no es un secreto que tiene objetivos eminentemente comerciales y opera en la más transparente licitud.  

El problema es que muchos académicos rechazan que la “Ciencia de Datos” pueda ser utilizada libremente por empresas o “startups”. Instan a las compañías que están detrás de las redes sociales como Facebook a que no liberen sus bases de datos de hábitos y tendencias de la población, a menos que sea para beneficio de la investigación académica. Una respetable pedagoga catalana ha llegado al extremo de  escribir que los datos no deben orientarse a la segmentación de mercados, ni a manejos publicitarios (como proponemos muchos) sino a “asegurar la libertad y el sentido crítico del ciudadano del siglo XXI”. ¿Y eso cómo funciona en la práctica, estimada Dolors Reig?

Coartar las posibilidades comerciales de la “Ciencia de Datos” no significa nada más limitar el “genchi genbutsu” de los líderes empresariales; reduce también la capacidad de éxito de cualquier proyecto emprendedor que busca adaptarse a los modernos y turbulentos entornos digitales. Y lo que más piden los inversionistas en un país emergente como  México, o en uno de Primer Mundo (pero en franca recesión) como España, son herramientas tecnológicas para amortiguar los altos riesgos que representa invertir en un nuevo modelo de negocio, cosa nada fácil ni simple.

     

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