Hace unos días, durante una
convención de programadores en Guadalajara, un par de tecnólogos – por cierto
los más jóvenes del grupo – me aseguraba que la Big Data es tan reciente que
Walmart, la pionera de esta técnica de exploración de tendencias, la comenzó a
utilizar hace apenas un par de años.
Fui tajante en mi respuesta:
estaban más equivocados que quienes creen que Rayados serán campeón. Aunque
ningún historiador de la tecnología reciente se atreve a consignarlo, lo cierto
es que una vez más, Steve Jobs fue un adelantado a su época y a él le
corresponde el honor de ser el padre del moderno uso comercial del Big Data.
Entiendo que, entre programadores
underground, Jobs es una especie de bestia negra al que no se le puede perdonar
su éxito capitalista en Cupertino, pero su lema “Piensa Diferente” bien puede
ser el nombre de batalla de todos los movimientos contraculturales,
alternativos o marginales de las nuevas tecnologías.
Franz Zappa (artista underground
si los hay), solía decir que la cultura oficial te sale a la vuelta de
cualquier esquina, pero tras los movimientos contraculturales, tiene uno que ir
personalmente. Para toparse con el Steve Jobs más contracultural, debe uno
salir de Silicon Valley, para viajar hasta “North Country Blues”, o instalarse
en el atracadero “When the ship Comes In” donde el ídolo eterno del creador de
Apple venera la armónica y la guitarra del “forever young” Bob Dylan (tan viejo
y acabado ahora el pobre). Ahí se hallará al pequeño Steve fumador psicodélico
de marihuana, seguidor de la meditación transpersonal y geek aficionado a la
piratería.
Pero a mí me ha tocado descubrir irónicamente
al Steve más subterráneo en las alternativas ocultas de un modelo de negocio
tan comercial como lo es iTunes. Comprendo que el par de programadores
arquearan las cejas con un rictus escandalizado, dado su apego a Spotify –del
cual yo también me declaro adepto -- pero les pedí paciencia.
En paralelo al éxito de esta
tienda de contenidos multimedia, Jobs ideó un sistema de captura secreto
de hábitos, gustos, tendencias y
aficiones de los consumidores que confiaban sus datos personales a iTunes,
desde que se “ganchaban” por primera vez a comprar canciones en línea. La
captura de esta información era tan simple y segura, que nunca se recibió la
mínima queja de ningún comprador.
Pero al ceder cada usuario a Apple
su correo electrónico y su número de tarjeta de crédito, se creó la más
voluminosa Biga Data que se tenga noticia en la historia de la web social.
iTunes se dio el lujo de convertir a cada uno de sus usuarios en suscriptores
de una revista en línea personalizada según la preferencia de cada uno de
ellos.
No es de extrañar, por tanto, que el
año pasado, iTunes y por ende Apple llegara a conformar una base de datos de
alrededor de 225 millones de usuarios activos, una cantidad de personas mayor
al número de habitantes de nuestro país. La cifra es muy superior a la que
gestiona la Big Data de Walmart, American Express, PayPal, Visa y Amazon, entre
otras empresas.
¿Y donde está la manipulación que
pudo haber hecho Steve Jobs de esta Big Data colosal? Simple: en la persuasión
sutil a los consumidores de Apple para que se volvieran aficionados a la música
de su ídolo Bob Dylan, a las versiones masterizadas de The Beatles y a la
difusión de la novia que Steve Jobs más quiso porque aún canta como los propios
ángeles, lo trató muy bien cuando vivieron juntos y lo folló mejor: Joan Baez.
El par de programadores (tan
jóvenes ellos), me vieron sin saber qué responder, y una serie de sentimientos
encontrados se me agolparon al instante en mi interior: por un lado, la
sensación grata de que las nuevas generaciones no saben combinar tecnología con
energía espiritual como sí lo supo hacer la generación mía.
Por otro lado, la convicción
rotunda de que mi diálogo con ellos se diluye en razón de una verdad
tristemente irrebatible: estoy cada vez más encanecido, arrugado y viejo y ni
yo mismo me convenzo del todo de semejante ultraje que me propina la vida. Y es
que “The Times They are a-Changing”, como canta el todavía más viejo Bob Dylan.
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