En febrero pasado escribí un
artículo titulado “¿Quieres saber de qué te morirás?” El texto era una
invitación a conocer nuestro mapa genético a fin de anticiparnos a la
enfermedad mortal que, sin melodramas de por medio, nos podría llevar a la
tumba.
Si usted acepta analizar su
genotipo, estará en condiciones de conocer su gen defectuoso. Nadie está exento
de vivir esta situación tarde o temprano; la diferencia estriba en que algunos
queremos saberlo. Otros no.
Terminaba mi artículo planteando al
lector algunas preguntas duras pero necesarias: ¿cuánta información médica
podemos tolerar para vivir conscientes de ese cáncer o diabetes que nos
afectará la próxima década? ¿Tendremos la serenidad suficiente como para vivir
con un mal incubado en nuestros genes hasta el día en que aflore como aviso
premonitorio de la muerte?
Algunos amigos de Nuevo León han
aceptado formar parte de la lista de voluntarios que sí quieren conocer su mapa
genético. Varios de ellos, como Horacio Salazar, lo hacen por curiosidad
científica. Sé que a Lacho, pese a sus naturales reservas emotivas, le gana su
vena de investigador nato.
Otra voluntaria es una ex alcaldesa,
amiga nuestra, que valientemente ha aceptado someterse a la misma prueba de la
verdad. Quienes no aceptaron participar como voluntarios comprendemos su
rechazo: vivir en la certidumbre es a veces peor que vivir en la ignorancia.
Emocionalmente, no siempre la verdad nos hace libres. Hay personas que no están
preparadas para este tipo de casos y el cáncer es una palabra que todavía
provoca miedo y desazón.
En la lista de los que sí aceptaron
ser voluntarios para la obtención de su mapa genético, habrá que agregar desde
hace unas semanas, al lado de Clara Luz y de Horacio Salazar, a la actriz
Angelina Jolie. Sí, la esposa de Brad Pitt.
La madre de Angelina murió de cáncer
a los 56 años. Su hija actriz no sabría explicar la enfermedad que la mató,
pero solía preguntarse si lo mismo le pasaría a ella. El estudio de su
estructura genética (el mismo de Horacio y Clara Luz) responde a su
interrogante con una afirmación: sí, lo mismo le pasará a ella.
Angelina tiene un gen defectuoso,
denominado BRCA 1. Se trata de una mutación genética heredada. Los resultados
de su estudio confirman que tiene 87% de riesgo de contraer cáncer de mama. En
otras palabras, es casi un hecho que lo padecerá a sus 60 años.
Pero Angelina ha tomado una decisión
extrema: reducir lo más posible el riesgo de contraer cáncer. Así que pidió a
su cirujano personal que le hiciera una doble mastectomía. Por voluntad propia
Angelina Jolie se ha quedado sin pechos. Y espera que otras mujeres puedan
beneficiarse de su experiencia y saber que tienen opciones para curar este ma.
Claro, tengo amigas que me respondieron descaradamente que así ni chiste tiene
la convalecencia de Angelina, porque la cuidará en su cama Brad Pitt.
Pues bien, la señora Pitt publicó
recientemente en “The New York Times” un artículo titulado “My Medical Choice”,
donde narra su caso clínico que me ha emocionado profundamente, tanto por
razones familiares para mí, como por el sereno heroísmo que reflejan sus
palabras. Las mujeres que se han sometido a una mastectomía saben que no es una
decisión fácil de tomar. Pero para Angelina le ha significado reducir sus
probabilidades de desarrollar cáncer de 87% a menos 5%.
Si pensamos que el cáncer de mama
mata cada año a 458 mil personas en el mundo, tenemos que revalorar la voluntad
de lucha que ha demostrado Angelina Jolie entrando a un quirófano para
extirparse los senos y salvar su vida. O, en un caso más humilde pero más
querido para mí, de mi madre, que vive feliz rodeada de sus nietos.
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