07 abril 2013

SIGNOS OMINOSOS EN PARAGUAY



La canción popular no se equivoca: el lago Ypacaraí, a 48 kilómetros de Asunción, la capital de Paraguay, es de un azul intenso y cálido, aunque últimamente ha adquirido una tonalidad verdosa por la contaminación de sus afluentes. En la noche tibia se escuchan los cantos de viejas melodías en guaraní (idioma que junto con el español habla la mayoría de los paraguayos) y el viajero no puede dejar de admirar la belleza aunada a una gracia natural de las kuñataí, las mujeres que viven en ese paraíso terrenal. 

Pero esas mismas kuñataí cuyos ancestros sufrieron la Guerra de la Triple Alianza en el siglo XIX (donde murió más del 70% de la población), la Guerra del Chaco en los años 30, la dictadura de Alfredo Stroessner (de 1954 a 1989), y vivieron en 2012 el golpe de estado parlamentario en contra del Presidente Fernando Lugo, se disponen a elegir nuevo presidente el próximo 21 de abril. Han sido tantos los descalabros históricos padecidos por este gentil y amable pueblo guaraní, que el proceso electoral merece cubrirse con un manto de especial optimismo, aunque no dejan de otearse signos ominosos en el horizonte.

En la pasada elección presidencial de 2008, con la victoria electoral del exobispo Fernando Lugo, parecía saldada la etapa de 61 años de dominación política del Partido Colorado. Un fenómeno similar al que vivimos en México: tras 71 años de hegemonía política – Mario Vargas Llosa la definió más acertadamente como “dictadura perfecta”--  el PRI fue derrotado en las urnas, sólo para volver 12 años más tarde por sus viejos fueros gracias a la mala gestión del PAN durante dos sexenios.

En Paraguay, por su parte, un golpe de Estado parlamentario en junio de 2012 provocó que los colorados también estén ahora a un paso de regresar al poder. Mal resultado en México y mal augurio para Paraguay, como si el pasado negro reviviese en un instante. Según encuestas, Horacio Cartes, candidato presidencial del Colorado, cuenta con 30% de intención del voto, frente a 22% del candidato Efraín Alegre del Partido Liberal (ahora en el poder con el Presidente Federico Franco).

En una charla informal con operadores de Aníbal Carrillo, el candidato presidencial del Frente Guasú, y aliado incondicional del ex Presidente Fernando Lugo, opiné sobre las causas del triste 7% en tendencias del voto que le auguran la mayoría de las encuestas. Carrillo es un hombre de izquierda elocuente y bien informado. A diferencia de Lugo es más decidido en la toma de decisiones. Pero la izquierda paraguaya está dividida: una parte postuló a Mario Ferreira, un profesional de la TV, ex aliado de Lugo, y otra parte se atomizó en movimientos sin futuro.

Lo curioso es que la mayoría de las encuestas levantadas son telefónicas y se levantan cómodamente en la zona conurbada de Asunción por lo que el resultado, a mi juicio, está sesgado: quedan fuera los bolsones electorales de la izquierda, que son los marginados (más de un millón en una población de seis millones de habitantes) y se evitan las comunidades rurales del Occidente de Paraguay. ¿Una mejor metodología reflejaría resultados superiores para Carillo? No lo se. Pero le aclaro a los operadores de Carillo que las encuestas son también promocionales de campaña: alientan y desalientan posibles votantes.

Además – y esto es lo peor – Carillo no ha podido capitalizar electoralmente la victimización de Lugo. La moción de censura aprobada por 120 parlamentarios (sólo 5 se opusieron) que lo derrocó delata una evidente conspiración del Partido Liberal y el Colorado. Este exceso provocó la suspensión de Paraguay como miembro de Mercosur y de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). El Comité de Derechos Humanos de la ONU ya reconoció que el motivo de la destitución presidencial “fast track” fue abusivo (me refiero al caso Curuguaty, un desalojo predial que causó la muerte de 17 personas el 15 de junio de 2012). El actual Presidente Federico Franco, que lleva 11 meses de gobierno zozobrante, carece de legitimidad a los ojos de casi todas los países que integran la OEA. Pero Aníbal Carrillo no ha logrado beneficiar su campaña con la indignación popular en contra del orden constitucional quebrado, entre otras razones, por los propios titubeos de Lugo (ahora candidato al Senado), que un día dice una cosa, y otro día opina lo contrario.

De manera que si los electores paraguayos apelan al último recurso del voto útil, la contienda se decidirá únicamente entre dos candidatos: Horacio Cartes y Efraín Alegre. “Imposible” me atajan los operadores de Carrillo: “ambos son golpistas; no podríamos pactar con ellos”. Coincido pero solo en parte. En realidad los procesos electorales (aún los plurales), siempre terminan siendo de dos: es decir de los candidatos punteros. Y hay una gran diferencia entre Cartes y Alegre. El primero es un empresario tabacalero y dirigente deportivo recién entrado a la política en 2009 a través del Partido Colorado, con sospechas de lavado de dinero en su banco Amambay. Pero no es “hombre de sistema”; no habla como político y resulta más o menos convincente. El segundo, Efraín Alegre, abogado y administrador público, fue destituido por Lugo como Ministro de Obras Públicas en junio de 2011, bajo acusaciones de desvío de fondos por varios millones de dólares. Ambos, Cartes y Alegre, son parte de la oligarquía política y económica del Paraguay y ninguno exalta lo más mínimo los corazones inflamados.

Sin embargo, con todo y lo que me dice mi escepticismo, uno no puede menos que esperar que este próximo 21 de abril se disipen los signos ominosos que enrarecen el futuro de las lindas kuñataí del Lago Ypacaraí y de las nuevas generaciones de paraguayos. Ojalá el nuevo Presidente restaure las buenas relaciones con los demás países sudamericanos, sea aceptado por Mercosur y atienda el problema de la desigualdad social. Ya se merece Paraguay esos días de paz y prosperidad como nos siguen faltando en México a pesar de todos los discursos oficiales. 

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