19 abril 2013

EUA Y GOOGLE: ESPIAR Y VIGILAR


Cuando la Guerra Fría estaba en su apogeo, el gobierno de EUA acusaba a la URSS de espiar, mientras él sólo vigilaba al enemigo, "para garantizar la libertad de la civilización occidental".

La diferencia entre ambas acciones no era menor: espiar no es lo mismo que vigilar; el totalitario Estado soviético espiaba a individuos; EUA, en cambio, “vigilaba” Estados represivos. Uno lo hacía por maldad, otro por deber geopolítico.

Los métodos eran iguales, pero los propósitos eran opuestos. Ya se sabe el chiste: mientras en EUA los televisores se usaban para verlos, en la tierra de Stalin se usaban para que te vieran.

Pero un buen día el Muro cayó, el comunismo murió e Internet nació. Ahora, aviones no tripulados (drones) de EUA sobrevuelan y espían a control remoto, dirigidos a distancia por un técnico en informática. Los drones tienen a sus defensores y a sus críticos dentro y fuera de ese país. 

Pero se sabe también – no es ninguna novedad-- que EUA espía o vigila o cuida a sus propios ciudadanos (como todos los gobiernos de Primer Mundo) y de paso a individuos de otros países. Y lo hace con diferentes medios, entre ellos, obteniendo datos privados de tendencias, gustos, aficiones, hábitos y pecados capitales o veniales de los propios usuarios de Internet que le ceden al gobierno federal algunas de las grandes compañías puntocom.

Desde hace algún tiempo, varios buscadores y empresas de este giro entregan al gobierno de EUA la base de datos de las búsquedas de sus usuarios, con la intención oficial de recabar pruebas contra la pornografía infantil.

Así, las compañías cumplen con la orden del Gobierno Federal, pero algunas han dado un paso más y se han atrevido a ceder los millones de búsquedas realizadas por sus usuarios identificados por un número (ID).

La prueba de este atentado en contra de la privacidad ha sido que una buena cantidad de hackers y crackers han hecho su agosto con la información que les ha caído del cielo; desencriptando, cruzando cifras y cotejando datos.

Son millones las identidades con su código revelado de nombres propios, cuentas, mails, chats, aficiones confesables e impúdicas, gustos fútiles u obscenos, webs y blogs de mayor o menor calado. Todo ello representa la entrega de elementos de privacidad de usuarios, exhibidos en los servicios de la web, sin posibilidad hasta ahora de denuncia judicial alguna.

El dilema no es si estas empresas actúan de buena o mala fe, cándida o comercialmente; lo grave para el mundo libre es la facilidad con que se conculcan los derechos civiles por culpa de malas practicas en redes sociales.

De continuar en el futuro este ejercicio de revelación masiva de identidades, nadie podrá entrar a las redes sociales con la confianza de realizar un acto privado y sin consecuencias. De hecho, nunca ha sido así, pero ¿tendremos que resignarnos a ser exhibidos por decisiones ajenas a nuestras intenciones personales? 

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