Sohaib era un joven ingeniero
informático sin más pretensiones que gestionar su cuenta de Twitter y pagar su
departamento modesto en Abbottabad, Pakistán. Sus followers no pasaban de
varios cientos y sus tuits eran tan poco originales que hubiera sido difícil
(cuando no imposible) pronosticarle un futuro como estrella de las redes
sociales.
Pero cierta madrugada mientras
dormía y no se escuchaba afuera más que ladridos de perros, Sohaib vio por la
ventana el vuelo bajo de varios helicópteros de estructura diferente a los
comunes: las aspas de sus hélices no eran ruidosas, parecían camuflados y se
deslizaban por el aire con mayor precisión que las naves convencionales. Más
tarde uno de estos aparatos se desplomó en el patio de una casa cercana.
Los jóvenes se alteran con
facilidad cuando son sorprendidos por novedades tecnológicas y dado que el
solitario Sohaib solía relacionarse con el mundo principalmente por Internet,
no dudo en redactar un pequeño tuit para compartir con sus seguidores la imagen aérea del que fue accidentalmente testigo. El
texto, que no ocupó ni de lejos los 140 caracteres de Twitter, decía: “@ReallyVirtual: Helicopter hovering above
Abbottabad at 1AM (is a rare event)”.
En breves minutos, el tuit de
Sohaib se convirtió en una de las frases más célebres de los tiempos modernos,
tan revelador como el “Piensa diferente” de Steve Jobs, el “Yo no tuve
relaciones sexuales con la señorita Lewinsky” de Bill Clinton, o el “Yes, we
can” de Barack Obama. Precisamente este último personaje fue una de las
víctimas del tsunami mediático que provocó globalmente Sohaib Athar con su
inofensivo tuit.
Imagino que el gesto que puso
Sohaib en esos instante debió ser muy parecido al del cómico Buster Keaton
cuando, en uno de sus filmes, actuando como periodista de cine, inauguró un
barco a punto de zarpar con el clásico botellazo de champán: el impacto provocó
una pequeña grita en el casco que, tras agrandarse rápidamente, hundió la nave
a la vista de todos. Impasible o atónito, Keaton siguió filmando con su cámara.
Así Sohaib: en un par de minutos
su cuenta sumó más de 60 mil followers, comenzó a recibir miles de correros de
todo el mundo pidiéndole más información, la noticia se multiplicó los diversos
formatos y plataformas periodísticas como prensa, radio y televisión, su nombre
se volvió trending topic y finalmente
lo contactó la CIA como un posible ciberterrorista. Pero Sohaib se mantuvo
pegado a su computadora, mandando un tuit tras otro. Uno solo de sus tuit se
reprodujo ochenta veces en sesenta segundos en un delirante cerco informativo
de mil cabezas. A partir de entonces, nunca volvieron a ser lo mismo las
operaciones encubiertas, el periodismo mundial y la vida del entrometido joven
Sohaib Ather.
El propio gobierno de EUA tuvo que
ordenar a un subordinado (Keith Urbhan) que explicara en redes sociales la
delicada misión en la que se había metió. Y para cuando el Presidente Barack
Obama leyó ante cámaras el aviso oficial, la especie era ya una verdad conocida
por casi el resto de la humanidad, disipándose el efecto sorpresa: una
operación de EUA había matado a Osama Bin Laden en su propia casa.
¿Por qué digo que las operaciones
encubiertas no volverán a ser las mismas? Porque cualquier gobierno, comenzando
por el de la Primera Potencia del Mundo (hasta ahora) ha caído en la cuenta de que
toda acción clandestina suya será descubierta por una persona con una simple
cámara web, así extreme las medidas precautorias que tome para su ejecución.
¿Por qué digo que el periodismo no
volverá a ser el mismo? Porque tras este suceso difundido en tiempo real por un
joven dotado de una cuenta de Twitter, los consumidores de noticias globales
confirmamos que cualquier instante puede tornarse portentoso y en nuestra
condición de personas hiperconectadas podemos pasar de consumir la información
de interés general a producirla con la seguridad de que llegará por diferentes
dispositivos, plataformas y formatos a los lectores de los más remotos confines
del planeta.
¿Por qué digo que la vida del
entrometido joven Sohaib Ather no volverá a ser la misma? Porque sin ser
periodista descubrió que la prensa no debe atender únicamente las historias que
cuenta, sino las plataformas de distribución por donde difunde sus noticias. Y
que los consumidores de información no esperaremos más a leer los encabezados
de los diarios al día siguiente ni a encender la TV en espera del próximo
noticiero, para conocer, prácticamente en tiempo real, lo que ocurre en el otro
extremo del globo terráqueo.
Por eso, y al margen del
significado geopolítico que tuvo en 2011 la muerte de Bin Laden, el oportuno
tuit de Sohaib Ather simboliza la evidencia de que ya nada fue igual para
nosotros, los seres humanos, ni para la forma que teníamos de relacionarnos,
informarnos y saber lo que preparan a espaldas nuestras los grandes potentados
del gobierno gringo.
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