23 marzo 2013

EL TUIT QUE CAMBIÓ PARADIGMAS



Sohaib era un joven ingeniero informático sin más pretensiones que gestionar su cuenta de Twitter y pagar su departamento modesto en Abbottabad, Pakistán. Sus followers no pasaban de varios cientos y sus tuits eran tan poco originales que hubiera sido difícil (cuando no imposible) pronosticarle un futuro como estrella de las redes sociales.

Pero cierta madrugada mientras dormía y no se escuchaba afuera más que ladridos de perros, Sohaib vio por la ventana el vuelo bajo de varios helicópteros de estructura diferente a los comunes: las aspas de sus hélices no eran ruidosas, parecían camuflados y se deslizaban por el aire con mayor precisión que las naves convencionales. Más tarde uno de estos aparatos se desplomó en el patio de una casa cercana.

Los jóvenes se alteran con facilidad cuando son sorprendidos por novedades tecnológicas y dado que el solitario Sohaib solía relacionarse con el mundo principalmente por Internet, no dudo en redactar un pequeño tuit para compartir con sus  seguidores  la imagen aérea del que fue accidentalmente testigo. El texto, que no ocupó ni de lejos los 140 caracteres de Twitter, decía: “@ReallyVirtual: Helicopter hovering above Abbottabad at 1AM (is a rare event)”.

En breves minutos, el tuit de Sohaib se convirtió en una de las frases más célebres de los tiempos modernos, tan revelador como el “Piensa diferente” de Steve Jobs, el “Yo no tuve relaciones sexuales con la señorita Lewinsky” de Bill Clinton, o el “Yes, we can” de Barack Obama. Precisamente este último personaje fue una de las víctimas del tsunami mediático que provocó globalmente Sohaib Athar con su inofensivo tuit.

Imagino que el gesto que puso Sohaib en esos instante debió ser muy parecido al del cómico Buster Keaton cuando, en uno de sus filmes, actuando como periodista de cine, inauguró un barco a punto de zarpar con el clásico botellazo de champán: el impacto provocó una pequeña grita en el casco que, tras agrandarse rápidamente, hundió la nave a la vista de todos. Impasible o atónito, Keaton siguió filmando con su cámara.

Así Sohaib: en un par de minutos su cuenta sumó más de 60 mil followers, comenzó a recibir miles de correros de todo el mundo pidiéndole más información, la noticia se multiplicó los diversos formatos y plataformas periodísticas como prensa, radio y televisión, su nombre se volvió trending topic y finalmente lo contactó la CIA como un posible ciberterrorista. Pero Sohaib se mantuvo pegado a su computadora, mandando un tuit tras otro. Uno solo de sus tuit se reprodujo ochenta veces en sesenta segundos en un delirante cerco informativo de mil cabezas. A partir de entonces, nunca volvieron a ser lo mismo las operaciones encubiertas, el periodismo mundial y la vida del entrometido joven Sohaib Ather.

El propio gobierno de EUA tuvo que ordenar a un subordinado (Keith Urbhan) que explicara en redes sociales la delicada misión en la que se había metió. Y para cuando el Presidente Barack Obama leyó ante cámaras el aviso oficial, la especie era ya una verdad conocida por casi el resto de la humanidad, disipándose el efecto sorpresa: una operación de EUA había matado a Osama Bin Laden en su propia casa.

¿Por qué digo que las operaciones encubiertas no volverán a ser las mismas? Porque cualquier gobierno, comenzando por el de la Primera Potencia del Mundo (hasta ahora) ha caído en la cuenta de que toda acción clandestina suya será descubierta por una persona con una simple cámara web, así extreme las medidas precautorias que tome para su ejecución.

¿Por qué digo que el periodismo no volverá a ser el mismo? Porque tras este suceso difundido en tiempo real por un joven dotado de una cuenta de Twitter, los consumidores de noticias globales confirmamos que cualquier instante puede tornarse portentoso y en nuestra condición de personas hiperconectadas podemos pasar de consumir la información de interés general a producirla con la seguridad de que llegará por diferentes dispositivos, plataformas y formatos a los lectores de los más remotos confines del planeta.

¿Por qué digo que la vida del entrometido joven Sohaib Ather no volverá a ser la misma? Porque sin ser periodista descubrió que la prensa no debe atender únicamente las historias que cuenta, sino las plataformas de distribución por donde difunde sus noticias. Y que los consumidores de información no esperaremos más a leer los encabezados de los diarios al día siguiente ni a encender la TV en espera del próximo noticiero, para conocer, prácticamente en tiempo real, lo que ocurre en el otro extremo del globo terráqueo.

Por eso, y al margen del significado geopolítico que tuvo en 2011 la muerte de Bin Laden, el oportuno tuit de Sohaib Ather simboliza la evidencia de que ya nada fue igual para nosotros, los seres humanos, ni para la forma que teníamos de relacionarnos, informarnos y saber lo que preparan a espaldas nuestras los grandes potentados del gobierno gringo.         

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