En una charla reciente con Carmen
Salinas evoqué una novela del chileno José Donoso titulada “El lugar sin
límites”. Con este novelista pasé varias veladas en su departamento de la ciudad
de México cantando corridos revolucionarios y tomando caballerías completas de
tequila. En una de esas noches lejanas de los años noventa, Donoso me contó que
cierto fin de semana se sentó frente a su máquina de escribir, casi en estado
de gracia, y comenzó esa novelita genial que luego filmó Arturo Ripstein con
resultados igualmente magistrales.
Aludiendo a “El lugar sin límites”,
Donoso me explicó que su intención no era la novela de tesis – ¡Dios lo librara
de semejantes pretensiones! – sino la novela de denuncia informativa; en este
caso, la exhibición del autoritarismo mexicano y chileno más ramplón, resultado
del machismo que contamina las relaciones comunitarias y de la homofobia más
delirante, personificada en el último papel que interpretó el gran Fernando
Soler antes de morir: el cacique don Alejo.
Carmen Salinas me respondió festiva
que ella también participó en esa película – no ocupaba su aclaración porque la
suya fue una de las actuaciones más admirables en esa obra filmada-- y que no
recordaba que el guión también lo hubiera escrito Donoso, un sutil crítico de
las deformidades sociales y políticas de nuestros pueblos, como lo fueron sus
demás colegas del célebre boom latinoamericano. Donoso me expuso además otras
razones dignas de ser transcritas ahora: estaba convencido de que la denuncia
informativa no pasaba (ya desde ese entonces) sólo por los periódicos impresos,
sino además por la literatura, el cine, la carpa, incluso por las pláticas
familiares de sobremesa.
Me hubiera gustado que Donoso viviera
en esta época: la denuncia informativa ahora se expande por las redes sociales,
los blogs, los diarios digitales, Facebook, Twitter, y una amplia gama de
formatos que el Internet ha traído como novedades. Pero de igual forma, muchos
periódicos impresos que han migrado al mundo digital siguen cargando con sus
defectos de origen: obligan a pagar al usuario para leer sus contenidos, no
aceptan la intromisión del lector en la reinterpretación de las notas
periodísticas. Es decir, quieren suscriptores, no lectores. Y lo peor: hacen
bullying informativo (no argumentan; persiguen a su presa, no denuncian; acosan
a su víctima) práctica deplorable que no puede funcionar en las redes sociales
abiertas a la tolerancia de opiniones diversas.
Carmen Salinas es una mujer informada
y sabe hacer denuncia informativa cada vez que improvisa sus opiniones sobre un
escenario o cuando evidencia las transas y corruptelas de los políticos en sus
largos monólogos teatrales de Aventurera y Perfume de Gardenia.
Por eso es curioso que un escritor ya
muerto (José Donoso) y la reconocida reina del Twitter y los memes (Carmen
Salinas) entiendan mejor hacia donde van los medios de comunicación y la
información en general, que varios periódicos anticuados de Nuevo León, tan
norteados como cerrados en sus formatos y hábitos de hacer periodismo de
campanario. Por eso tarde o temprano se irán al lugar sin límites, que para el
lector que no lo sepa es la manera bíblica para definir al infierno. Amén.
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