07 febrero 2014

LO EFÍMERO Y LO ETERNO


Un grupo de amigos pensamos abrir un negocio de consumo y entretenimiento. Hace meses nos asesoramos con un especialista comercial: “¿quieren que su establecimiento se convierta en franquicia? Inviertan lo mínimo, comida rápida, servicio automatizado y mucha publicidad”. Consejo totalmente opuesto al menú de alta cocina que diseñamos, al concepto que urdimos y al ambiente sofisticado que queremos construir.

“Recuerden que cualquier negocio es efímero; no se enamoren de su creación”. Insistió el especialista comercial. Le dimos por su lado, pero recordé al instante una frase del cantante Freddie Mercury: “Mis canciones son pop desechable”. Es decir, melodías efímeras. Sin embargo, a varias décadas de distancia, las melodías de Queen siguen siendo el rock más refinado que haya compuesto una banda musical desde The Beatles en adelante y su intervención en Live Aid, de 1985 es, en mi opinión, el concierto de rock más fulgurante del que tenga memoria.

¿Por qué? Muy simple: Freddie y el resto de sus compañeros construían arquitectura musical con unos cimientos de inspiración y maestría por encima de lo ordinario, aunque su género lo sabían efímero. Así se entiende la frase de Mercury: enamórate del proceso de tu creación, cualquiera que sea el giro que elijas. Muéstralo a la gente y estampa ahí la huella de tu paso por la vida. Ya la duración de tu obra la decidirá ese jugador irónico que se llama tiempo.

¿Un ejemplo al revés? Las dos obras sólidas y monumentales (todo lo contrario al pop supuestamente “desechable” de Queen), de un arquitecto de origen japonés, bajito y taciturno, llamado Minoru Yamasaki. La primera de sus mega-obras fue un proyecto de viviendas que construyó en Saint Louis, Misouri, en 1955, de cara a su inmortalidad como artista y que bautizó como Pruitt-Igoe: un complejo urbano elegante, que le auguraba la gloria, pero que fue demolido a los pocos años porque Yamasaki no calculó bien su presupuesto de mantenimiento.

Incansable en la búsqueda de su inmortalidad, Yamazaki se sacó de la manga otro proyecto aún más grande, en 1973, de alturas vertiginosas y colosales: dos torres gemelas, en el corazón de Manhattan, que encabezarían el complejo del World Trade Center. A diferencia de la música de Queen, que según Mercury no sería recordada por tanto tiempo, las Torres Gemelas se erguirían como modelo de eternidad: un desafío a la inmortalidad de los dioses. Yamazaki murió de cáncer en 1986, seguro de que su última creación sí lo trascendería.

Nos despedimos del especialista comercial con un apretón de mano, y nos fuimos sin aceptar que pusiera frenos a nuestra imaginación. No lo hemos vuelto a visitar.

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