El gobierno
de Nuevo León sufre un fenómeno conocido como “reducción de marcha”. A fin de
evitarse tensiones, estrés y demás trastornos psicológicos, no quiere ascender
ni crecer de más: se siente bien como está. Por eso gana tiempo y no arriesga
nada en serio, no emprende nada a fondo, no se juega ninguna carta. Toda su
energía se concentra en agenciarse recursos financieros, como el replaqueo. En
la película “American Beuty”, el personaje que interpreta Kevin Spacey renuncia
a sus responsabilidades de clase alta y busca empleo como cajero en McDonald´s.
Es una variante del efecto psicológico llamado downshifting.
Rechazando
la iniciativa de participación ciudadana, con 22 votos a favor del PAN y 17 en
contra del PRI y Nueva Alianza, el Congreso local reduce su marcha. Ni siquiera
cuando se decidió quitar la revocación de mandato los priistas doblaron el
brazo. Quizá tendrá otras jugadas con las cuales trascender históricamente. Pero
hasta ahora nadie las conoce. Y este tiro a gol era lucidor para un equipo tan venido
a menos. De nuevo dejó ir el balón por falta de reflejos, por no tener hambre
de liderazgo, por reducir la marcha.
Como si no
supieran que las figuras de democracia directa como el referéndum, el
plebiscito y la iniciativa popular han sido consagradas con muy buen tino por
casi todos los regímenes de América Latina. Chile usó el plebiscito en 1988
para decidir si Augusto Pinochet continuaba en la Presidencia. Brasil en 1993,
para optar entre el presidencialismo o el parlamentarismo. Uruguay para deliberar
prácticamente cualquier asunto público.
Y como dato
que pocos conocen, aviso a los lectores que una buena parte de las entidades
federativas de México como Chihuahua, Jalisco, Zacatecas, Estado de México,
Querétaro, Tlaxcala, Guanajuato, etcétera, las han incorporado a su Constitución
local desde hace muchos años. Yo mismo participé en la elaboración de varias de
estas iniciativas. Pero en Nuevo León seguimos durmiendo el sueño de los
justos. Así de retrasados estamos. Por pura reducción de marcha.
La clase
política local pudo haber complementado la devaluada democracia representativa
en Nuevo León, tan partidista y electoral (en la que los ciudadanos no
gobiernan pero eligen a sus representantes) incorporando retazos de democracia
directa (en la que los ciudadanos participamos de manera continua en el
ejercicio del poder). Pero los pobres no alcanzaron a vislumbrar la legitimidad
que hubiera ganado para sí mismos. Como siempre la ignorancia teórica (que en
el fondo no es más que ignorancia a secas) predominó entre ellos.
¿Qué
hubiéramos ganado con activar las figuras de la democracia directa? Que la
sociedad nuevoleonesa participara de lleno en la adopción de decisiones públicas
con pleno conocimiento de causa. El referéndum hubiera sido un mecanismo
excelente de consulta popular para implantar, modificar o derogar disposiciones
legislativas.
Por otra
parte, no conozco mejor mecanismo que el plebiscito para consultar a la gente cuestiones
vitales del Estado, dejando que el voto popular directo apruebe o desapruebe
cualquier acto o medida de gobierno, como hubiera sido el caso en el conflicto regiomontano
de seguridad gestado recientemente en San Jerónimo. Es verdad que el referéndum
y el plebiscito han sido usados indistintamente para conocer la opinión
ciudadana con relación a hechos de una u otra naturaleza sin precisarlas con
certeza, porque tanto para una como para otra es suficiente un sí o un no.
Pero aclaro
que la diferencia entre el plebiscito y el referéndum consiste en que el
primero es aplicable a actos de gobierno y el segundo a leyes: el primero tiene
su origen en una decisión política; el segundo busca conocer la opinión
ciudadana sobre la vigencia o no de una ley o de un acto administrativo. Así de
simple.
Lo dicho: en
Nuevo León los gobernantes decidieron, por un lado, reducir su marcha, y por
otro dar por muerta, velada y bien sepultada cualquier figura de democracia
directa, que tristemente ya nada más es “participación ciudadana six feet
under” como la denominó ayer José Jaime Ruiz en Disensos TV. En realidad no me resigno a cantarle las exequias a la
iniciativa, creyente que soy de la resurrección no de la carne pero sí de las
buenas causas ciudadanas.
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