La primera experiencia
formal que viví dentro del movimiento Maker (házlo tú mismo) fue participar en
la construcción de un pequeñísimo drone casero. Esta aeronave no tripulada (UAV
por sus siglas en inglés) goza de muy mala reputación desde que se comprobó su
uso ilegal por parte de EUA para bombardear viviendas en Irak. Desde luego,
nada tiene que ver el juguetito doméstico que armamos entre varios amigos en un
garaje – yo fui el menos involucrado dados mis escasos conocimientos de
electrónica – con estos aviones operativos de inteligencia artificial y propulsión
a chorro, capaces de llevar a acabo misiones de exterminio de civiles a una
distancia de hasta 3,700 kilómetros. Ya se ve que hemos superado al diablo en
medios altamente efectivos para propalar el mal.
Pero que
nadie se escandalice de más. Los drones tendrán en los próximos años un uso
benéfico para que los geólogos, desde una ubicación remota, puedan investigar orografías
de acceso imposible; los arquitectos alcancen a revisar fisuras en la
estructura más alta de los rascacielos; los equipos de salvamento puedan medir en
tiempo real el nivel de riesgo en zonas de siniestro, y los voyeristas podamos
asomarnos por las ventanas de los edificios de departamentos, para ver
desvestirse a la vecina, sin necesidad de aquellos binoculares de los que se
valió James Stewart para espiar a la hermosísima Grace Kelly en la película
“Rear Window” de Alfred Hitchcock.
En nuestro
humilde caso, armamos y programados durante varios meses un prototipo de forma
rudimentaria, y nuestros intentos de alzarlo en el aire se frustraron una y
otra vez, hasta que hace días el drone voló alrededor de un descampado de San
Pedro con una estabilidad aceptable. Fue un modelo de DIY (hazlo tú mismo), creado a partir de un manual que compramos en
eBay y que ideó el holandés Jasper van Loenen. Finalmente, para quitarnos de
problemas, optamos por adquirir placas prefabricadas para este tipo de
artefactos maravillosos que, al menos en su versión casera, no son de alta
tecnología pero garantizan al inventor novato muchas horas de fastidio y un par
de minutos de entretenimiento.
¿Cómo se
construyen? Los componentes se ensamblan en una estructura de plástico (ABS): tanto
las hélices como los cuatro motorcitos conectadas a una unidad de control,
compuesta por un transmisor, un modulo de bluetooth, GPS y un sistema de vuelo.
A la mexicana, con un par de alambres doblados le sujetamos sensores y una
camarita GoPro, versión HERO3, que compré el año pasado y que fue mi aportación
a la ciencia de la aviación, dicho con gran orgullo porque fue lo único que
funcionó más o menos bien en esta aventura de locos benévolos y que me dio como
resultado un par de fotografías panorámicas en HD de Valle Oriente.
El encanto de
ver desplazarse en el aire a nuestro artefacto – más parecido a una hurraca chillante
que a una nave voladora -- duró apenas un par de minutos, antes de que el drone,
tan frágil y mal radiocontrolado (R/C), aterrizara de panzazo y a trompicones
en el pasto, desintegrándose en segundos. Pero la experiencia nos motivó a
explorar en Internet las cada vez más numerosas comunidades de fabricantes
amateurs de aeronaves caseras, una afición que ya cuenta con su legión de fans
globales, entre los que me incluyo. Claro que se trata apenas de una práctica
incipiente, mínimamente comparable a la dirigida para fines militares. Pero mi
amigo, el tecnólogo Julio Loyola ya me informó que la Marina pretende contratar
este tipo de productos y aún no encuentra proveedores. De momento, no seremos
mis amigos y yo quienes le resuelvan esta necesidad a la gloriosa Armada de
México.
Debo
advertir que mi hermano Oscar, con quien tengo planeado abrir un restaurante que
llamaremos Mandela Makers, y que
estará en la torre Latitud de San Pedro, ya ideó un sentido práctico para el
dichoso drone. Su plan consiste en que el aparato lleve volando los platillos
de la cocina a la mesa de los comensales, donde un mesero los descargará a sus
respectivos destinatarios. Otra opción más a futuro será usar los drones para
entregas a domicilio de pedidos de clientes, en sustitución de los mal afamados
motociclistas.
¿Sueños
guajiros? Espero mejor que sean anticipaciones exitosas. El tiempo, que todo lo
cura y todo lo resuelve (para bien o para mal), nos lo dirá a fin de cuentas
para nuestra fortuna o eventual desgracia.
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