Cada vez más los creadores de proyectos innovadores que, a falta de
financiamiento público local, recurren a la gestión de recursos en línea, como los
de Kickstarter (nacida en 2009). Varios interesados nos hemos
reunido en esta plataforma a partir del modelo de cooperación colectiva o
micromecenazgo. No en balde en épocas de crisis, como decía Einstein, sólo la
imaginación es más importante que el conocimiento.
Para
cualquier cantautor indie (los hay y muy buenos) que busque grabar profesionalmente sus
canciones en un álbum al margen de los circuitos comerciales, o para cualquier
fabricante a pequeña escala de nuevas modalidades de piercing
personalizado que quiere exportar su innovación a otros países donde los puedan
lucir lenguas y ombligos de otras razas, ser financiado masivamente a través de
Kickstarter es un gesto de distinción. Este sitio web puso de moda una nueva
economía heterodoxa, el crowd–funding,
con una facilidad operativa que antes nos resultaba ajena a los nuevoleoneses.
Pero, por
desgracia, Kickstarter ha mezclado últimamente la aceptación de buenos
proyectos con otros de dudosa procedencia; ha combinado la recepción en su
sistema de creaciones originales con propuestas mediocres, destinadas incluso a
ser front para lavar dinero o
simplemente para cometer fraudes.
Pocos han
analizado también el efecto psicológico que sufren los creadores de un proyecto
cuando los exponen públicamente en ese sitio web para ser financiado: como por
normatividad, Kickstarter abre y transparenta cada donantes, no faltan quienes
se decepciones por haber recibido menos apoyo del que esperaban por parte de
sus sponsors potenciales, de sus
familiares pudientes o de sus amigos cercanos quienes les habían prometido una
determinada suma con la finalmente no cumplieron. O al revés: están los
supuestos creadores que suben sus proyectos como instrumento de presión casi
coercitivos a personas que comprometen para que los financien.
Por otra
parte, proliferan los testimonios de sampetrinos que sufrieron las de Caín para
recibir financiamiento ya gestionado (los retrasos en la entrega de recursos son
casi la marca de la casa), carecen de respaldo legal suficiente para reclamar
el dinero ganado o su proyecto rentable duró tanto en línea al riesgo de ser ser
copiado por inversores oportunistas.
Estos
imponderables desmoralizan al maker
mejor plantado y confirman que Kickstarter es un startup con muchas áreas de oportunidad, que no ha alcanzado la
solidez de otros sitios como e-bay, más preocupado en evitar posibles fiascos.
Como la mayoría de los startups,
Kickstarter está en su fase temprana,
sujeta al método heurístico de prueba y error, con los defectos, fallas de
origen y malentendidos típicos, corregidos sobre la marcha, que se llevan entre
las patas la confianza de muchos usuarios bienintencionados y a veces hasta el
propio prestigio de la marca.
De ahí que
para los artistas aficionados, los artesanos y diseñadores amateurs y en
general los interesados en el mundo del retail,
es conveniente explorar en línea otras opciones de e-commerce o mercado abierto como www.quirky.com
(nacida en 2009), una compañía definida por Ben Kaufman (su fundador y director
general), como social product development.
¿Cómo opera? El creador de un proyecto innovador presenta su idea, los técnicos
de Quirky se la desarrollan y le dan 30 centavos por cada unidad vendida. Tan
exitoso ha sido este modelo de negocio que cada semana lleva dos nuevas marcas
de productos de consumo al mercado. Opina Kaufman: “Todos somos inventores y
Quirky tiene como misión hacer la invención accesible”.
Otra
compañía similar a Quirky es www.etsy.com
(nacida en Brooklyn en 2005): forma comunidades alternas de compra y venta de
productos hechos a mano, objetos vintage
o suministro de manualidades sorteando el típico burocratismo para iniciar un
negocio. Etsy pide una cuota mínima para inscribirse: cada vendedor paga 20
centavos como tarifa por cada artículo que sube en sus tiendas virtuales y la startup le retiene 3.5 por ciento por
cada venta. De su oferta, escogí hace un par de meses tres lámparas muy baratas
y diseñadas a mano por KhalimaLights en Carolina del Sur, en EUA, (Simple Modern Edison Lamp). Les presumo
que siguen alumbrando mi sala.
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