07 marzo 2013

EL EGÓLATRA DIFUNTO


No es lo mismo ser ególatra como Hugo Chávez, que ser egocéntrico como Cristina Fernández, Presidenta de Argentina. La psicología de Chávez era cuestión de jerarquía: “estoy por encima de los demás”; la de Cristina es cuestión de eje: “yo soy yo y alrededor de mí giran los demás”. Chávez se ubicaba desde un plano vertical: “debajo de mí está el resto de la gente”; Cristina desde un plano horizontal: “en torno a mí orbitan los otros”.
Chávez, ególatra, se pavoneaba con virtudes y cualidades reales e inventadas. Evo Morales, en cambio, puede no sentirse virtuoso ni superior, pero es el centro de su mundo. Ser ególatra como lo era Chávez es, por lo general, un defecto masculino: es el perfil de los tiranos. El egocentrismo de Cristina o de Evo es, en cambio, una condición femenina, la connotación marcada de los yoístas: “yo soy así y todos deben verme, atenderme y escucharme”. ¿Quiénes son peores? Cuestión de enfoque. De ambos caracteres ha escrito mi amigo Pedro Arturo Aguirre un libro excepcional: “Historia de la Megalomanía” (pienso regalárselo a Elba Esther ahora que está en prisión).
Hace un par de días, un gobernador de tantos que hay en México, me comparaba su Estado con otros que le resultaban siempre mejores, pero que son gobernados por tarados: “perciben más recursos de la federación, tienen menos deuda y mejor infraestructura, los medios masivos los joden menos, pero no saben que hacer con este golpe de suerte”. ¿Lo suyo es egolatría? No: es egocentrismo.
Se dice que la política es el arte de lo posible, la continuación de la guerra por otros medios, la dicotomía amigo/enemigo y no se cuantas mafufadas más. Le explico al gobernador que estas definiciones son frecuentemente falsas: la política es en todo caso la ciencia freudiana de descubrir al ególatra o al egocéntrico que todos llevamos dentro y que nos salta a la menor provocación.
Entonces inicié con mi amigo, digamos que por catarsis, un ejercicio saludable: escribimos juntos una lista de políticos nacionales que son ególatras y otra de quienes son egocéntricos. Ningún político de México o América Latina se escapa de ubicarse en uno u otro casillero.
Al cabo de un par de minutos terminamos la dichosa lista. Le sugerí a mi amigo que la publicáramos en las redes sociales con todo y su nombre, en su calidad de gobernador, como contribución al sano esparcimiento público. Extrañamente se negó.
Antes de despedirnos, mi amigo me preguntó si yo sí me atrevería a publicar esta lista de denuncia psiquiátrica en contra de los políticos ególatras y egocéntricos. Le he contestado que sí, tanto por valentía cívica como por una compulsión morbosa que nos inspira a los ciudadanos de a pié cuando ciertos gobernantes inmortales, ególatras y egocéntricos cuelgan los tenis, interrumpen por causas de fuerza mayor sus periodos de gobierno y se van a patear botes al otro barrio. Como Hugo Chávez.
“¿Y esto de publicar listas de políticos enfermos no será también una egolatría o egocentrismo tuyo?” Entiendo la pulla de mi amigo que defiende con lealtad a su gremio de gobernante, pero le contesto que al menos no lo haré con los impuestos de los demás. Y eso enaltece el alma, como solía decir en sus célebres arengas inmortales mi ególatra comandante Chávez.

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