Tengo
una amiga regiomontana que le fascina contarme sus planes y sus proyectos
personales: que si remodelará su casa, que si iniciará una dieta
para bajar de peso, que si reanudará sus estudios en la Universidad. Después me enteré que a mi
amiga le gusta compartir sus propósitos con todos sus conocidos, no solo conmigo, es más, le
encanta decir sus intenciones a cualquier persona que se le para enfrente.
Eso
nadie puede podría verlo mal. ¿No suelen contar usted lo que piensa hacer? ¿ese refrigerador que quieren comprar o ese viaje que van a emprender con sus
hijos o sus familiares cercanos? ¿Le gusta a usted contar sus proyectos y
planes a la gente de más confianza suya? Los regiomontanos tenemos muy claro
que contar nuestros planes, lo que queremos conseguir en un futuro, nos hace
reforzarnos a nosotros mismos, el compromiso de cumplir esa meta próxima.
Pero
resulta que según el doctor Peter Gollwitzer, un muy conocido profesor de
psicología de la Universidad de Nueva York, contar nuestros proyectos a otras
gentes puede ser contraproducente a la hora de realizarlos; es más, que pueden
incluso no cumplirse si los
contamos. Eso lo escribió en un estudio genial que conviene leer: se llama “Cuando
las intenciones se hacen públicas”.
Dice
el doctor Gollwitzer que cuando contamos un proyecto personal, algo que queremos realizar, curiosamente le
dedicamos menos tiempo a realizarlo y nos concentramos menos en llevarlo a la
práctica. Que si contamos que vamos empezar la dieta, o a entrar a la universidad a estudiar cierta
carrera, nuestra motivación para hacerlo baja, en vez de subir.
¿Por qué sucede eso? Es muy simple:
cuando contamos un proyecto personal, buscamos de la persona que se lo decimos
una forma de reconocimiento social por lo que vamos a hacer. Y eso nos produce
un sentido de poseer el resultado de nuestros planes, aún antes de llevarlos a
cabo. Es decir, pasa como si esa casa remodelada que queremos, o esa dieta para
bajar de peso que vamos a iniciar, ya lo tuviéramos en nuestras manos, sin
tenerlo de verdad con nosotros; como si nuestros esfuerzos por conseguirlo se
volvieran menos necesarios, al cabo ya recibimos el reconocimiento social por
querer hacerlo.
“El peligro, dice el doctor Gollitzer es que sientas que ya alcanzaste la meta, que cumpliste tu objetivo antes de empezarla, y gracias a eso ya no tienes que hacer más cosas. Cuando le platicas a una amiga que piensas bajar diez kilos, y ella se da cuenta de tus buenas intenciones y te felicita y te hace fierstas por eso, ya no sientes la necesidad de continuar comiendo de forma saludable.
“El peligro, dice el doctor Gollitzer es que sientas que ya alcanzaste la meta, que cumpliste tu objetivo antes de empezarla, y gracias a eso ya no tienes que hacer más cosas. Cuando le platicas a una amiga que piensas bajar diez kilos, y ella se da cuenta de tus buenas intenciones y te felicita y te hace fierstas por eso, ya no sientes la necesidad de continuar comiendo de forma saludable.
Hay
muchas maneras de evitar este fenómeno. El primero, cerrando la boca y no
contar todos nuestros planes. O sea, mantenlos en secreto. La segunda es contar
tus planes a una o dos personas de extrema confianza tuya, pero no a todo el
mundo. Seleccione a esa persona que le ayudará para que se apliques y sea responsable en sus metas. Entonces comparta sus planes con ella. Verá que
tendrá un mejor éxito en la realización de tus planes.
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