Hoy es el último día de campaña y
es momento propicio para hacer una
reflexión de conjunto. Comenzaré con este artículo analizando al candidato de
las izquierdas. Sin duda, Andrés Manuel López Obrador es un hombre auténtico, a
diferencia de Josefina Vázquez Mota, candidata que da bandazos. También es
evidente el contraste de su empaque frente a las prendas intelectuales de Peña
Nieto. De igual manera es probable que las clases populares sepan que López
Obrador defiende sus intereses y atendería mejor las necesidades del pueblo
antes que Vázquez Mota. Esto porque teóricamente las personas normales actúan
con racionalidad y no van en contra de sus propios intereses.
Sin embargo las clases populares
no votarán mayoritariamente por López Obrador. Es probable que su voto se
incline primero por Peña Nieto. López Obrador ha dedicado su campaña a explicar
a los pobres y a las clases medias que votar por él favorecería sus intereses
materiales. Luego descalifica encuestas como la siguiente: “¿Quién defendería
mejor los intereses de usted, Peña o AMLO?” El 75% dice: “Por AMLO”. “Y
entonces por quién votará usted?: “Por Peña”. Los electores no le darán el voto
masivo a López Obrador no porque estén manipulados por las televisoras, o
porque seamos víctimas de un fraude monumental. El motivo es otro.
En la incapacidad de Andrés
Manuel para detectar que la gente no vota por sus propios intereses, es decir,
por lo que más le convendría, reside su verdadero error estratégico de campaña.
Y es la causa principal por la que el candidato de la izquierda no supo
construir, a pesar de su vasta experiencia, el entorno electoral que le pudo
haber dado la victoria contundente el próximo 2 de julio. Me explicaré.
Los electores mexicanos estamos
moralmente agraviados. Nos ofende la inseguridad pública, los más de 70 mil
muertos por la violencia, la corrupción flagrante, el cinismo de los políticos.
Lo racional, entre personas normales sería castigar al gobierno de Felipe Calderón,
prefiriendo al político exactamente opuesto a su gobierno, como desquite
electoral a tanta descomposición política.
Pero ocurre que los colectivos
humanos no actuamos racionalmente. Ni en México ni en ningún otro lado del
mundo. Este supuesto ha sido desmostrado por la neurociencia, en especial por
un científico cognitivo ganador del Nóbel de Economía: Daniel Kahneman. Las
decisiones que tomamos en entornos de incertidumbre se apartan de lo racional.
Kahneman llama a esto prospect theory
(“teoría de las perspectivas”). Una prueba de ello es el estudio que presentó
el pasado 20 de marzo, Dan Buettner, de National
Geographic en la UdeM sobre sociedades felices: los regiomontanos somos los
habitantes más felices de América Latina y Monterrey es una de las ciudades más
satisfechas sólo después de Dinamarca, esto a pesar de la grave inseguridad
pública. ¿Irracionalidad? Keynes
ya lo definía mejor en su Teoría Económica como “espíritu animal”.
¿Y si la gente no vota pensando
en sus intereses entonces en razón de qué vota? En razón de su identidad. Y la
identidad la forman sus valores de convivencia (no necesariamente morales), sus
deseos, sus arquetipos, sus metas aspiracionales, su imaginación histórica:
aquello con lo que se identifica o quisiera identificarse. En el mundo del
entretenimiento, los modelos “identitarios” que elige la gente no son los más
fieles, ni ascépticos, ni sobrios, ni decentes. Pero la gente los sigue porque
se identifica con ellos, no porque le convenga a sus intereses. ¿Por qué habría
de ser distinto a la hora de elegir a un político? ¿Cuantos electores
confesarían la verdad si se les preguntara en quién les gustaría “reencarnar en
su otra vida”, en Peña o en AMLO? Aquí, no aplica lo políticamente correcto.
Si la identidad de la gente
coincide con sus intereses materiales,
qué bueno, pero si no, en la casilla electoral le dirán adiós a sus
intereses. Así de simple. AMLO conectó en su campaña con los interese de la
gente. Peña quiso conectar con la identidad de la gente. ¿A quien le funcionará
mejor? El caso de Vázquez Mota ni lo menciono (la señora quiso muchas cosas
pero no concretó ninguna).
AMLO supone que a su idea de
representar los intereses populares sólo le falta ser bien difundida por los
medios. La gente sí cree que él defiende los intereses populares, y se lo
agradece, pero no votará por él sino por el candidato que le ofrezca
representar su identidad. Por otro lado, la identidad se fundamenta en el afán
de no perder; de mantener la seguridad del status
vigente así sea en condiciones
deplorables. Y eso no lo ofrece el candidato de izquierda. Además, encabezar en
abstracto los intereses del pueblo, así sin más, lleva a AMLO a un callejón sin
salida: siempre quedará mal con uno o más segmentos de electores. Por eso López
suele estar a la defensiva: viendo cómo esquivar el siguiente golpe. Y eso no
lo deja planear, calcular, pensar a largo plazo. Por eso siempre está en la
inmediatez. Por eso es un candidato cortoplacista.
La neurociencia y la ciencia
cognitiva sirven para detectar el origen irracional de las crisis económicas,
pero se han usado pocas veces para entender el comportamiento de los votantes
en la arena política. Esperemos que en México pueda ser aplicada en casos
prácticos como esta elección presidencial. Quizá así podamos evitar futuros
conflictos post electorales y meter en la jaula del subconsciente colectivo
nuestro irracional espíritu animal.
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