Los medios masivos no dejan pasar la oportunidad de usufructuar el monopolio del control de los cuerpos. Eso quedó en evidencia con el caso Clementi. A finales de septiembre pasado, corrió la noticia de que Tyler Clementi, estudiante de 18 años, de la Universidad de Rugters, Nueva Jersey, se suicidó saltando de un puente, tras saber que su roommate había difundido en directo por Internet imágenes de su encuentro sexual con otro chico. Los canales de televisión entrevistaron a los familiares del suicida: “era un buen chico y notable violinista”. “Estamos destrozados”. Cosa de esperarse, la prensa se encarnizó en contra del acusador: Dharun Ravi, también estudiante de Rugters, procesado por invasión de la privacidad (escondió una webcam en el piso de Clementi).
Otra acusación en contra de Ravi es la de homofóbico: acosó a un gay hasta orillarlo a la muerte, con el apoyo de muchos usuarios de Facebook quienes comprendían su molestia de compartir piso con un “mariquita”. Clementi habría estallado, días antes de arrojarse del puente: “el escándalo público no se debió a ser espiado, sino a verme retozando con un hombre”. De manera que, con su suicidio, Clementi pretendió que la opinión pública se volcara en contra de Ravi, su voyeurista, remontando el marcador en contra. La restauración moral estaba en marcha. Los titulares de ABC, CBS, incluso del conservador Fox News, condenaron a Ravi como si fuera culpable de crímenes de guerra. Se creó la página en Facebook: “In honor of Tyler Clementi”. El propio presidente Obama ofreció una rueda de prensa para condenar el bullying. La sentencia de la opinión pública en contra de Ravi la dictó en su blog el popular paparazzi virtual de Hollywood, Perez Hilton: “Absolutely vile!”
¿Pero no es este voyeurismo de Dharun Ravi el mismo que practican impunemente los medios de comunicación? Se alegará que Clementi no era una celebridad como para haber sido exhibido sádicamente. Sin embargo, gracias a las cadenas de televisión mundial (sin contar la difusión vía red), Clementi ya es una celebridad postmortem: símbolo del gay acosado. Clementi perdió su privacidad legal que ahora la autoridad intenta restaurarle. Y esa condición simbólica de gay acosado, no le fue construida por Ravi, sino, irónicamente, por los mass media que hoy condenan a Ravi y que en el fondo, le cuestionan que haya metido sus narices en las funciones exclusivas de los medios de comunicación, noaccesibles a cualquier hijo de vecina, como ahora pretender exigirlo el periodismo ciudadano y sitios web como wikileaks.
Usando la terminología de Michael Foucault, podemos pensar que el cuerpo públicamente exhibido de Clementi, entró en la “tecnología del poder mediático”. Tras su suicidio – originalmente un acto personal privado— Clementi entrega su cuerpo, como también el de su acosador Ravi, a los mecanismos de poder simbólico, que “lo explora, lo desarticula y lo recompone”. Al difundir el caso a escala masiva, los medios de comunicación le fabrican a Clementi y a Ravi unos cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos “dóciles” (148:1998) que cumplirán el rol de víctima/verdugo asignado por el discurso mediático.
Símbolos opuestos, los cuerpos de Clementi y Ravi ilustran los mecanismos de poder de los mass media, únicos acosadores legalmente acreditados. El castigo mediático contra Ravi consistirá en ser exhibido a perpetuidad junto con su víctima. Vigilado y castigado. ¿Por quién? Por uno de los micropoderes que constituye un saber, una “anatomía política” que, valiéndose de cuerpos como el de Clementi y el de Ravi, imponen sutilmente sus dominios de conocimiento y sus tecnologías de control. Sobre la víctima y su verdugo, los medios se han erguido como un panóptico más efectivo que el ideado por Jeremías Bentham: “un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una torre en el centro (...) todo lo que el individuo hacía estaba expuesto a la mirada de un vigilante que observaba...” (99:1978). Aclaremos: un vigilante profesional, no un simple vigilante diletante, sin método, como Ravi.
Dice Foucault: “A estos métodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, es a lo que se puede llamar disciplinas”. (141:1998). Muerto, Clementi es un cuerpo disciplinado, dócil como conductor del mensaje formativo, útil para enseñar que cualquier acoso diletante como el de operó Ravi es condenable, porque no forma parte del circuito aséptico y profesional, de los mass media. En cambio, el acoso sistemático que practica la televisión (ese sí “absolutely vile”) no es pernicioso ni merece castigo porque constituye uno de los micropoderes disciplinarios legitimados por sus propias víctimas.
La diferencia entre el bullying de Ravi y el que ejercen las instituciones mediáticas, consiste en que uno lo ejerce ilícitamente un cuerpo cuyo rol debe limitarse a ser vigilado y el otro lo ejerce un vigilante profesional, que nos reprimirá si nos desviamos de sus disciplinas. A eso tendremos que atenernos.
La diferencia entre el bullying de Ravi y el que ejercen las instituciones mediáticas, consiste en que uno lo ejerce ilícitamente un cuerpo cuyo rol debe limitarse a ser vigilado y el otro lo ejerce un vigilante profesional, que nos reprimirá si nos desviamos de sus disciplinas. A eso tendremos que atenernos.
Bibliografía
• Foucault M. (1978) La verdad y las formas jurídicas. Editorial By Gedisa, Río de Janeiro.
• __________(1998) Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Editorial Siglo Veintiuno editores, México D.F.
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