La respuesta a la inseguridad tiene que dirigirse a combatir la realidad delictiva, antes que a erogar recursos del gobierno para intentar modificar la percepción pública negativa. Todo aparato gubernamental administra la escases. Y si el dinero de las arcas no sobra, tiene que aplicarse a tareas prioritarias. I
Invertir en la imagen del gobernante no es una medida imprudente sino inocente: no se corrige la percepción de los ciudadanos y sí se emite una señal equivocada. Tarde o temprarno, los ciudadanos caerán en la cuenta del timo; se sentirán defraudados en sus expectativas. Y cuando eso ocurra, el gobernante insistirá en erogar aún más recursos para hacer llover sobre mojado. Se trata de un circulo vicioso de pronostico reservado.
En cambio, invertir en el combate a la realidad delictiva, es una inversión optima, incluso para la propia imagen del gobernante. Desde luego, la inversión no es sólo en el ámbito de la persecusión del delito: sería cortedad de miras, y acción de inmediatez con resultados efímeros. La inversión en seguridad pasa también por el desarrollo social. Se trata de corregir espacios sociales secuestrados por el crimen organizado, y resarcir tejidos comunitarios dañados por la delincuencia. Esto explica la conocida tesis de que no se puede ceder territorio a la criminalidad, porque luego es muy dificil que el Estado reimponga ahí su soberanía.
La proteción del contexto urbano se ampara en medidas preventivas de cariz policiacio, pero también en medidas sociales, incluso arquitectónicas, de caracter comunitario. Por ejemplo, es práctica común entre gobernantes inteligentes construir grandes e imponentes edificios con fines educativos o culturales en zonas marginadas. Los vecinos de ese entorno acaban por volverse guardianes de su simbolo de progreso, en franca actitud de coparticipación.
En muchas ciudades de México se ha seguido esta política pública, pero la gestión desmerece cuando cercan la imponente construcción con muros de concreto, rejas y mallas ciclónicas. El edificio termina por formar en su entorno guettos de pobreza, cuyos habitantes no son convidados a celebrar la presencia de esa obra arquitectónica. Por ende, tampoco pueden considerarla suya.
Destino similar a este les aguarda a muchas políticas públicas que se diseñan a partir de las mejores investigaciones sociológicas, pero que se ejecutan a medias, sin sistema ni planeación integral, por no hablar de los consabidos fines electoreros que llegan a desvirtuar las mejores intenciones.
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