Hoy, a punto de
cerrar el 2014, escribo sobre el tema que mejor conozco: yo. He conseguido llegar
a los 45 años. El próximo julio cumpliré 46 si el caprichoso azar me pesca
vivo. Soy un superviviente de las relaciones de pareja, que suelen ser como
pedradas sobre el cristal. A mi edad me está gustando vivir. La mayoría del
tiempo estoy contento conmigo mismo. No me queda de otra.
He
soñado cosas que para bien o para mal se me han cumplido. Y sufrido pesadillas
que fueron lloviznas pasajeras. Nada del otro mundo. No me interesa cumplir con
nadie, a menos que sea por mi propia voluntad. No intento cambiar el orden del
mundo porque no tengo otro alternativo, ni uno de repuesto que me convenza más.
¿Mi mayor
descubrimiento del secreto de vivir? No me lo inspiró un pensador excelso sino
una película de vaqueros: se lo dice Burt Lancaster a Jack Palance en “Los
inconquistables·: “Nos quedamos porque nos enamoramos. Nos vamos porque nos
desencantamos. Regresamos porque nos sentimos solos. Morimos porque es
inevitable”.
Evito
dar consejos pero hoy les daré uno gratis: no caigan en depresiones. La
depresión es un ególatra salvaje que nos mata a fuego lento. E incomoda a la
familia en nuestro funeral. Mejor tomen Malbec. O sírvanse una copa de lo que
más les guste; agua puede ser: también ayuda. Pero acompañados.
La
soledad es mala en estado puro. A menos que se sobrelleve con un buen libro,
una película, una canción. Todo junto o combinado. Una pareja al lado puede
sustituir lo demás. O lo demás pueden compensar la falta de pareja. Lo del
Malbec, eso sí, es hábito sano y fundamental.
Termino
con el remate esperado: sean felices este fin de año. Pero procuren ser felices
en general, el resto de sus días. Beneficia, entre otras funciones orgánicas,
la buena digestión. Y ayuda a la paz interior, que es una sensación parecida a
la buena digestión. Se los digo porque es lo único que se.
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