29 diciembre 2014

Acto de fe

Hoy, a punto de cerrar el 2014, escribo sobre el tema que mejor conozco: yo. He conseguido llegar a los 45 años. El próximo julio cumpliré 46 si el caprichoso azar me pesca vivo. Soy un superviviente de las relaciones de pareja, que suelen ser como pedradas sobre el cristal. A mi edad me está gustando vivir. La mayoría del tiempo estoy contento conmigo mismo. No me queda de otra.

He soñado cosas que para bien o para mal se me han cumplido. Y sufrido pesadillas que fueron lloviznas pasajeras. Nada del otro mundo. No me interesa cumplir con nadie, a menos que sea por mi propia voluntad. No intento cambiar el orden del mundo porque no tengo otro alternativo, ni uno de repuesto que me convenza más.

¿Mi mayor descubrimiento del secreto de vivir? No me lo inspiró un pensador excelso sino una película de vaqueros: se lo dice Burt Lancaster a Jack Palance en “Los inconquistables·: “Nos quedamos porque nos enamoramos. Nos vamos porque nos desencantamos. Regresamos porque nos sentimos solos. Morimos porque es inevitable”.

Evito dar consejos pero hoy les daré uno gratis: no caigan en depresiones. La depresión es un ególatra salvaje que nos mata a fuego lento. E incomoda a la familia en nuestro funeral. Mejor tomen Malbec. O sírvanse una copa de lo que más les guste; agua puede ser: también ayuda. Pero acompañados.

La soledad es mala en estado puro. A menos que se sobrelleve con un buen libro, una película, una canción. Todo junto o combinado. Una pareja al lado puede sustituir lo demás. O lo demás pueden compensar la falta de pareja. Lo del Malbec, eso sí, es hábito sano y fundamental.


Termino con el remate esperado: sean felices este fin de año. Pero procuren ser felices en general, el resto de sus días. Beneficia, entre otras funciones orgánicas, la buena digestión. Y ayuda a la paz interior, que es una sensación parecida a la buena digestión. Se los digo porque es lo único que se.

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